“Se está abusando de nuestro pueblo”

Entrevista de Mons. José Luis Azuaje, Obispo de Barinas y nuevo Presidente de la Conferencia Episcopal Venezolana, a la revista Vida Nueva.

José Luis Celada (Vida Nueva)
26/01/2018
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Confianza en el Espíritu Santo y comunión eclesial. Es todo el equipaje con que cuenta José Luis Azua- je Ayala (Varela, 1957) al iniciar su andadura al frente de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV) para el período 2018-2021. Y bien que lo va a necesitar, dada “la tragedia sin precedentes” que hoy vive su país.

En el transcurso de la CIX Asamblea Plenaria Ordinaria del Episcopado, celebrada entre el 7 y el 12 de enero en Caracas, el hasta ahora primer vicepresidente y obispo de Barinas fue elegido nuevo presidente en sustitución del arzobispo de Cumaná, Diego Padrón, tras ejercer esta responsabilidad durante dos mandatos consecutivos. Azuaje toma ahora el testigo en un año del que espera “mayor sufrimiento y conflicti- vidad si no cambia el modelo político, que pasa por el cambio de autoridades”. De lo contrario, el también presidente de Cári-, tas América Latina y el Caribe no descarta “un estallido social y una brutal represión”.

¿Cómo afronta este encargo recibido de sus hermanos al frente de la Conferencia Episcopal Venezolana?

Todo modelo político debe tener como centro de interés a la persona humana, su vida, y no una ideología, como pasa en mí país. Esto debe traducirse en un modelo de libertades y derechos donde prevalezca la justicia. El modelo político actual está desfasado, no tiene nada que ver con la cultura venezolana. Es centralizador y totalitario. Nuestra Constitución dice otra cosa. En la economía, el Gobierno se ha hecho empresario, poniendo a un lado a la empresa privada; es una economía rentista, sin incentivo para la producción. Desde hace años tenemos un control cambiario. Todo se ha paralizado. Por tanto, se hace necesario ir hacia una economía abierta, donde la centrali- dad se ponga en el ser humano y en las capacidades creativas de las personas.

Aseguraba monseñor Padrón, su predecesor en el cargo, que “el año 2017 los venezolanos no lo habían vivido, lo habían sufrido”. ¿Qué espera de este 2018 para su país?

Mayor sufrimiento y conflic- tividad si no cambia el modelo político, que pasa por el cambio de autoridades. Si el pueblo soberano no toma la decisión de propiciar un giro en la política venezolana, tendremos un año de muchas complicaciones por el hambre, la falta de medicamentos, la represión, la desarticulación de la vida familiar y la falta de institucionalidad. Estamos sufriendo, esta es una verdad que no se puede ocultar: los niños y ancianos sufren por la falta de nutrientes para el fortalecimiento de sus cuerpos, los jóvenes y trabajadores sufren ante la falta de oportunidades y la merma de los ingresos... Vivimos una tragedia sin precedentes en nuestro país.

Muertos, heridos y detenidos en las calles; escasez de alimentos y medicinas; subidas desorbitadas de los precios... ¿Qué más tiene que ocurrir para que los responsables políticos pongan remedio a esta dramática deriva?

Ante el deterioro que existe, no se descarta un estallido social y una brutal represión. Dios nos libre de un nuevo “caracazo” como el que tuvo lugar en 1989. A pesar de que esto pudiera ocurrir, no sabemos a ciencia cierta si se producirán cambios; de lo que si tenemos constancia es del sufrimiento del pueblo venezolano. Lo que anhelamos es el despertar del pueblo para que ejerza sus derechos ciudadanos.

FRACAZO DEL GOBIERNO

¿Y hasta cuándo aguantará ese pueblo sin perder la cordura y la dignidad?

El pueblo ya está dando señales de que esta situación no se soporta y, por ende, del fracaso de las políticas públicas del Gobierno actual: los saqueos de comercios, de transportes de alimentos, el cierre de vías enteras para que no salgan alimentos a otras regiones del país... nos muestran un futuro difícil. Nuestro pueblo es pacífico, pero se está abusando de él. El odio de los más altos dirigentes contra el pueblo se refleja en el uso abusivo de las dádivas para controlarlo.

Como Iglesia, no solo desde Cáritas, siguen acompañando cada día a sus compatriotas en esta difícil coyuntura. ¿Por qué se empeña el presidente Maduro en decir que todo lo vinculado a la Iglesia católica “está envenenado”?

Porque la Iglesia católica sigue cumpliendo su misión evangelizadora y de promoción humana y sus pastores han ejercido la palabra profética en la denuncia y el anuncio. La Iglesia tiene la más alta credibilidad. En la presentación de la Memoria y Cuenta, el 15 de enero, el presidente pidió, o mejor, ordenó a varios organismos del Estado revisar las homilías de dos hermanos obispos pronunciadas en la fiesta de la Divina Pastora; se sintió amenazado y quiere activar la ley contra el odio que han inventado para amedrentar. Además, los pobres confían en la Iglesia porque nunca son instrumentalizados ni engañados por ella. Recordemos que el componente marxista que tiene el Gobierno no le permite aceptar la fe en un Jesús liberador, que nunca instrumentalizó a los pobres para obtener poder. La misión de la Iglesia es buscar esa liberación del pueblo, su autoconciencia, que sea sujeto activo de su desarrollo. La Iglesia acompaña y toca el sufrimiento como lo hizo Jesús.

¿Sale más cara incluso la libertad en Venezuela que los productos básicos de la cesta de la compra?

La libertad no tiene precio, pero sí tiene costos. Más de 130 muertos el año pasado en protestas ha sido el costo de la búsqueda de libertad; igualmente, miles de heridos y centenares de presos políticos y torturados. En el futuro se conocerá la historia real de estos hechos; por ahora, son mediatizados por los actores políticos y por la prensa ante el temor a la censura. Pero estos delitos no prescriben.

Diálogo y reconciliación son términos usados frecuentemente por los obispos venezolanos a lo largo de estos años. A pesar de las manipulaciones interesadas sufridas tiempo atrás, ¿siguen creyendo en una posible mediación ecle- sial, incluso papal?

La Iglesia es experta en humanidad, nos dijo el beato papa Pablo VI. Y yo creo en esto. La Iglesia asume al ser humano en su integralidad. Por eso, ella puede ser mediadora y es una garantía porque resguarda los intereses de la persona. Todo lo que esté a nuestro alcance hacer, lo haremos por el bien de los ciudadanos. Esa es la actitud de nuestra Conferencia Episcopal y también de la Santa Sede. El diálogo es necesario, pero con resultados para el bien del pueblo.