ENTREVISTA AL CARDENAL MARC OUELLET, PREFECTO DE LA CONGREGACIÓN DE OBISPOS Y PRESIDENTE DE LA PONTIFICIA COMISIÓN PARA AMÉRICA LATINA

Crisis vocacional sacerdotal, Celibato y Sínodo de la Amazonia son algunos temas entre los que trascurre la entrevista realizada por el periodista Darío Menor.

Redacción CAL
17/12/2019
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CARDENAL OUELLET

 

Transcribimos el contenido de la publicación, realizada por Darío Menor para Vida Nueva.

 

“Uno de cada tres obispos elegidos no acepta por motivos personales”

 

    El año que viene, el cardenal canadiense Marc Ouellet cumplirá una década al frente de la Congregación para los Obispos, el Dicasterio de la Santa Sede encargado de los casi 5,400 pastores con que cuenta la Iglesia católica para presentar al Papa las llamadas ternas de sacerdotes para que elija a los nuevos mitrados. Esta última es una tarea cada vez más ardua por lo complicado que resulta encontrar buenos candidatos y que estos accedan a ser obispos.

    “Cuando llegué aquí, uno de cada diez no aceptaba alegando motivos personales o de otro tipo. Ahora, son tres de cada diez”, revela este purpurado en una entrevista con Vida Nueva, a cuyas preguntas responde en perfecto español, aprendido durante sus años de misionero en Colombia. “Es parte de la crisis general de fe, que se manifiesta en el matrimonio, en la vida consagrada, en la vida sacerdotal y en la cultura. Hoy en día vivimos en un mundo, sobre todo en Occidente, bastante secularizado. Es como si Dios no existiera”.

    Miembro de la Compañía de Sacerdotes de San Suplicio, Ouellet cuenta con una amplia experiencia en la formación de presbíteros, que ha plasmado en su libro, Sacerdotes, amigos del Esposo: Para una vida renovada del celibato (Ediciones Encuentro), publicado en coincidencia con el inicio, el pasado octubre, del Sínodo sobre la Amazonia. El punto más polémico del debate de esa asamblea fue la eventual ordenación sacerdotal de hombres casados, una posibilidad con la que el cardenal no está de acuerdo. “Voté en contra”, responde a una pregunta sobre el punto del Documento final del Sínodo que trataba esa cuestión. “No pienso que esa sea la solución” para la escasez de presbíteros, apunta, asegurando que el encuentro le “decepcionó” en este punto, que, a su juicio, debería tratarse en una asamblea sinodal con presencia de toda la Iglesia universal y no solo de una región particular.

    “El celibato es la fuerza misionera de la Iglesia católica”, destaca Ouellet, que pide, además, para conocer quiénes serán los obispos de las sedes episcopales vacantes en España. Para ellas Roma busca “menos profesores y más pastores”, con capacidad de “empatía” e “interés por los más pobres”.

¿Qué aporta el celibato obligatorio hoy a la Iglesia católica de rito latino? ¿Es necesario reformularlo de alguna manera? ¿Qué le ha llevado a escribir este último libro sobre el sacerdocio y el celibato?

    Llevo años reflexionando sobre estos temas. Trabajé en la formación sacerdotal durante más de 20 años, en los que me interesé por la teología y la espiritualidad del sacerdocio. Me doy cuenta de que hay visiones superficiales que critican y movimientos que buscan reformar o abolir la obligación del celibato en la Iglesia latina. Pensé que se debía volver a la reflexión y que podía aportar alguna profundización.

    Era el momento justo para hacerlo, con el Sínodo sobre la Amazonia, en el que emergió la perspectiva de ordenar a hombres casados. Creo que la aportación más original del libro es la presentación del sacerdocio de un modo integral. El misterio del sacerdocio bautismal es la participación en la filiación divina del Hijo, mientras que en el sacerdocio ministerial es la participación en el misterio del Padre, que está también en Jesús. La presencia del misterio del Padre se hace concreta sacramentalmente a través del ministerio sacerdotal.

¿Le preocupa la posible ordenación sacerdotal de hombres casados que tengan una amplia experiencia como diáconos, como pide el “Documento final” del Sínodo sobre la Amazonia?

    Me preocupa ese debate. Hay una falta de sacerdotes, un deseo de una evangelización adaptada a las comunidades y una búsqueda de caminos nuevos. Antes del Sínodo, ya imaginé que se iba a producir la propuesta de que, para llegar mejor a la cultura amazónica, había que pensar en sacerdotes casados. Hay un pesimismo sobre la capacidad de esas culturas de vivir el celibato. Es un prejuicio colonizador que no comparto. Yo tengo mis dudas sobre la adecuación de esa hipótesis tanto pada la Amazonia como para otras culturas donde hay escasez de sacerdotes.

Es un problema que no solo existe en la región…

    Así es. También se produce en Oceanía, África o incluso en algunas zonas de Europa. Es un problema bastante generalizado y hay que tratarlo en un Sínodo de la Iglesia universal y no solo en una región, que afronte la cuestión del sacerdocio, incluyendo evidentemente el celibato.

    No es cierta la posición común de que los que defienden la abolición de la obligatoriedad del celibato, diciendo que es una disciplina que solo viene del Medioevo.

¿Qué les responde a los teólogos que afirman que el derecho a recibir los sacramentos está por encima de la situación en que se encuentre quien los distribuye?

    Es una visión simplificada. En el Sínodo nos hablaron de ese tema, destacando la importancia de la Eucaristía para la comunidad eclesial, por lo que debe ser el gran principio que domina todo. Claro que es importante la Santa Eucaristía, pero la comunidad tiene la responsabilidad de proporcionar candidatos. No debe de exigir los sacramentos si las vocaciones no salen de ella.

Votó en contra

Entiendo que usted no votó a favor del punto del Documento final del Sínodo sobre la ordenación sacerdotal de hombres casados. ¿Es así?

    Voté en contra. No pienso que esa una cuestión sea una solución. En esto, el Sínodo me ha decepcionado. En la Amazonia hay algo más de 30 millones de personas. Unos 27 millones viven en ciudades y hay unos 2.5 millones en comunidades dispersas. Pero todo se ha centrado en función de las distancias y de lo que se podría hacer en esas situaciones extremas. A mí no me convence y se me plantean problemas pastorales e ideológicos. Me pregunto qué tipo de formación seria se puede dar para que uno tenga el sentido de los sacramentos católicos sin que queden amalgamados con otras cosas en algunas comunidades lejanas de Brasil, donde fácilmente se cae en el sincretismo y el sacerdote pasa una o dos veces al año. El peligro es grande.

¿Habría también el riesgo de que esos sacerdotes casados cayeran en una suerte de clericalismo, al tratarse de personas que en principio seguirían siempre en sus comunidades?

    Sí, cómo no. El modelo es el de un sacerdote de la comunidad local sin tener en cuenta la misión. Se piensa solo en asegurar ritos que puedan ser entendidos y sin la dimensión misionera en la que tanto nos insiste el Papa. ¿Cuál ha sido la fuerza misionera de4 la Iglesia latina? El celibato. No hay punto de comparación entre la potencia misionera de la Iglesia católica latina y la de las Iglesias ortodoxas, que se ocupan de sus connacionales, pero cuya dimensión misionera, es decir, de ir más allá de la propia cultura, es muy limitada. Esa es la fuerza de la Iglesia latina y su propulsor.

    ¿Por qué imitar a otras comunidades que son menos misioneras porque tienen una concepción diversa del sacerdocio? Esta concepción en la Iglesia latina tiene su raíz en los Apóstoles. Nos dicen que Jesús escogió a hombres casados. ¡Claro! No había otros. Pero poco a poco se impuso una práctica de la continencia. Una vez que uno quedaba integrado en el ministerio sagrado, tenía que ser continente. Quizás continuaba la responsabilidad familiar, pero la vida conyugal terminaba ahí. Hoy en día eso no se entiende, pero hay documentos, testimonios y una tradición que lo prueban. Se empezaron a hacer decretos para recordar la tradición cuando el sacerdocio llegó a ser la religión del Imperio. Allí empezaron a emerger los problemas y hubo necesidad de decretar la disciplina eclesiástica.

¿Cómo debería entonces de enfrentarse la escasez de sacerdotes tanto en la Amazonia como en otros lugares?

    Se necesitaría un Sínodo, como digo, y una reflexión amplia, común, profunda y bien articulada, que nos ayudaría a valorar más nuestra propia tradición y a examinar más a fondo las causas reales de la falta de vocaciones. Si pensamos ecuménicamente, vemos que la dificultad de las vocaciones es aún mayor entre los luteranos o anglicanos.

Crisis de fe

¿La cuestión del celibato no está entonces relacionada con la crisis vocacional?

    No digo que no tenga nada que ver. Algo influye. Pero la crisis profunda no es tanto del celibato como de la fe, que también hace fallar los matrimonios y las vocaciones a la vida religiosa. Ya no se sabe ni quién es Jesús.

¿Provoca esa crisis de fe que también les resulte más difícil encontrar buenos candidatos a obispo?

    Claro. Es más difícil encontrar y es más difícil que los candidatos acepten ser obispos. Cuando llegué aquí hace casi una década, uno de cada diez obispos no aceptaba, alegando motivos personales o de otro tipo. Ahora son tres de cada diez. Nosotros presentamos las ternas al Papa, quien es quien elige. Y de esos elegidos hay un 30% que dicen que no.

    Puede ser porque no se sienten capaces, les falte la fe, tengan alguna dificultad en su vida o prefieran no correr el riesgo de provocar un daño a la Iglesia. Se debe a diversas razones que se respetan. Cuando eso sucede, debo volver al Papa para que dé la dispensa de la aceptación y la persona pueda seguir en paz.

¿Cómo vive Francisco esos casos, y más cuando se han triplicado en diez años?

    Lo vive como puede, pidiendo al Señor que les dé coraje. Es parte de la crisis general de fe, que se manifiesta en el matrimonio, en la vida consagrada, en la vida sacerdotal y en la cultura. Hoy en día vivimos en un mundo, sobre todo en Occidente, bastante secularizado. Es como si Dios no existiera. La práctica religiosa regular no es tan común como antes. La gente que practica puede estar entre el 10% y el 15%, y llegar al 20% en los mejores lugares. Y apenas el 5% en otros… Eso es indicativo de una cultura completamente diversa. Por eso la Iglesia debe adaptarse y despertar el sacerdocio de los laicos. La función de los sacerdotes es precisamente esa.

¿Qué espera que plantee el Papa en la exhortación post-sinodal sobre la Amazonía?

    Espero que haga un documento con más fundación evangélica que el Documento final, que a mí no me dio satisfacción por diversos motivos, entre otros, como digo, la ordenación de hombres casados. Fue conducido de un modo más ideológico que evangélico. Existe una problemática más profunda que espero que el Papa haga emerger.

    Estoy de acuerdo con que la Iglesia tome un rostro amazónico, pero creo que lo que falta es la calidad del anuncio. Si se presenta la figura de Jesús en toda su riqueza y su valor divino y humano, eso debe suscitar vocaciones de vida consagrada y de sacerdocio ministerial. En el Sínodo, se habló mucho de la inculturación y de la interculturalidad, pero no se insistió suficientemente en el anuncio del kerygma. Se da por supuesto que los ritos de esas culturas amazónicas ya contienen el Espíritu Santo, como si no fueran también obstáculo para la recepción del don del cristianismo.

Hablando de esos ritos ¿a usted le molestó la presencia de los iconos de la Panchamama?

    Yo no conozco suficientemente la cultura amazónica como para decir cuál es el alcance de esos símbolos, pero a mí no me molestaron. Decir que eso era adoración de ídolos es una exageración. Por otra parte, creo que hay que ir con mucho cuidado en la adopción de ritos y religiones naturales como si se pudieran fácilmente integrar en la simbología cristiana. Eso sí es un trabajo delicado; hay que reflexionar bien, conocer bien la cultura, y no hay que actuar de manera ingenua o confusa. Se necesita un discernimiento, como dice el Papa. En las expresiones religiosas de las culturas hay cosas aún por convertir. No hay solo que decir que podemos hacer mezcla e interculturalidad. El sincretismo es fácil, pero adoptar a Cristo como el salvador único cambia la cosmovisión. El pantocrátor es Cristo, no es la cosmovisión amazónica. Yo tengo todo el respeto por las cosmovisiones de las diversas culturas amazónicas, pero cuando se propone a Cristo, el horizonte tiene otra dimensión.

En España hay varias diócesis pendientes de nombramientos. ¿Llegarán pronto?

    En cuanto sea posible. En los últimos meses ha faltado el nuncio. Siempre, entre el que sale y el nuevo, hay un tiempo en que se retrasan un poco los tiempos. Pero los procedimientos siguen su curso. Hay un trabajo de consulta y de discernimiento que se hace y, luego, aquí debemos pasar una plenaria antes de presentar la terna al Papa. Son procesos largos, pero que siguen sus ritmos. Hay que tener paciencia.

¿Cuál es el retrato robot del candidato ideal a obispo?

    El Santo Padre en eso nos ha ayudado a pensar el ministerio episcopal con una visión realmente pastoral. Es decir, de cercanía al pueblo y con una mentalidad más dialogal. Es cierto que un obispo debe ser un maestro de la fe y un evangelizador, pues es el primer predicador de la diócesis y tiene que tener una doctrina clara y una capacidad incisiva para proponer el Evangelio. Pero, por otro lado, no basta con recalcar las verdades de la fe, porque la cultura ha cambiado muchísimo en los últimos 40 años, y ¡se debe entrar en una nueva era de diálogo.

¿Buscan entonces perfiles distintos a los de antes?

    Quizás menos profesores y más pastores. No es que se excluya a los profesores, porque es importante la formación. Pero, sí uno ha sido profesor, buscamos también experiencia pastoral, con olor a oveja, como dice el Santo Padre. Olor a oveja quiere decir, no solo que uno sea pastor, sino que tenga, además, empatía. Hay que tener un interés por los más pobres, los abandonados o los que sufren. Eso es muy importante.

    Cuando el Papa habla de la conversión misionera de la Iglesia, ¿de qué está hablando? ¿Y cuando habla de una Iglesia para los pobres? Si uno vuelve a dar a los pobres un lugar central en la Iglesia, pone a todo el mundo en marcha en la caridad, que es la base de la misión. Si nos ocupáramos más de los que sufren, de los abandonados, de los pobres que luchan por sobrevivir, toda la comunidad está en misión y se renueva así por medio de la caridad concreta. La gente tal vez no termine de entender esto, ni siquiera los sacerdotes y obispos. Los pobres no son una ideología para el Papa, sino algo evangélico. Es la misión desde la caridad y, si no está precedida por la caridad, la explicación no pasa, la palabra no penetra.