En misión entre los Q'eqchi de Guatemala, un modelo de fe y respeto a la Creación

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09.08 Guatemala

Con ocasión del Día Internacional de los Pueblos Indígenas, establecido por la ONU, recogemos el testimonio del padre Vittorio Castagna, salesiano que lleva once años viviendo en este país centroamericano en contacto con ellos y su sabiduría ancestral: “Aprendí a escuchar y a ser un huésped”.

 

Michele Raviart - Ciudad del Vaticano

Se celebra hoy el Día Internacional de los Pueblos Indígenas, establecido por las Naciones Unidas para celebrar la primera reunión en Ginebra, el 9 de agosto de 1982, del grupo de trabajo de la ONU dedicado a la protección de estas poblaciones. Se trata de un tema muy querido por el Papa Francisco y que ha abordado a menudo, tanto en sus Viajes al continente americano como en documentos importantes como la Exhortación Apostólica “Querida Amazonia”, fruto del Sínodo de los Obispos para la Región Panamazónica en 2019. El padre Vittorio Castagna, salesiano, está en misión en Guatemala desde hace once años, en el distrito de Alta Verapaz vive en contacto diario con las poblaciones locales, principalmente con los Q'eqchi.

Padre Vittorio, ¿cuál es su experiencia con el pueblo Q'eqchi? ¿Qué significa estar en misión con ellos?

R.- Mi experiencia con los Mayas Q'eqchi podría describirse como amor a primera vista. Yo no elegí Guatemala, me enviaron allí como misionero. Desde que entré en contacto con ellos, he descubierto tres cosas hermosas en la vida, la primera es la capacidad de saber mirar. Una mirada sin prejuicios, una mirada, quizás podríamos decir infantil, a través de la cual descubrí muchas cosas nuevas en la vida que no imaginaba que fueran así. Entonces también aprendí a escuchar. No entendía su idioma, tenía que aprenderlo escuchando sus sonidos, pero, también escuchando profundamente sus corazones. Finalmente, también aprendí a esperar. Buscaba un cambio rápido, buscaba algo diferente. Pero me enseñaron que la esperanza mueve los corazones, incluso en la paciencia, incluso en el saber esperar, y tal vez esta sea también la escuela de vida que pude aprender aquí de estos pueblos indígenas. Mi experiencia aquí con ellos es la de un huésped que descubre que debe vivir como tal. Antes de entrar en una cultura hay que quitarse los zapatos, porque Dios ya ha pasado por allí. Por eso hay que entender que tu ser misionero es también ser respetuoso, ser una persona que sabe estar con ellos, sabiendo que hay una distancia entre nosotros, pero también que hay un amor que nos une, que es precisamente el amor de Cristo y es por tanto la experiencia del huésped que ama y es amado.

¿Cuál es la historia de este pueblo y cómo vive en comparación con el resto de Guatemala? ¿Cuáles son las dificultades?

R.- El pueblo Q'eqchi es un pueblo antiguo. Son descendientes directos de los Mayas, se sienten Mayas. Desde el punto de vista de la historia, han experimentado mucho sufrimiento. Primero por las luchas internas entre ellos. Luego, por la llegada de los españoles, la colonización y los grandes terratenientes. Finalmente, los últimos años con la guerra civil. Aquí en Guatemala, el desarrollo económico se concentra en las grandes ciudades. Viven al límite, aislados en sus propias aldeas, muy a menudo sin luz, sin agua y con una educación muy pobre, olvidados y abandonados. Con el coronavirus también se produjeron situaciones delicadas aquí, porque el sistema sanitario tiene dificultades para llegar a las aldeas y, por tanto, muy a menudo nuestros hermanos y hermanas indígenas han quedado un poco marginados. También tuvimos dos huracanes que inundaron pueblos durante tres meses. En definitiva, ha sido un año muy difícil, pero incluso en estas situaciones se puede ver la esperanza en los ojos de nuestros hermanos indígenas, que nunca pierden el ánimo y siguen adelante con esa fe en Jesús que es realmente tan sincera, tan sencilla, que en los momentos más difíciles te hace ver la luz incluso en la oscuridad.

El Papa Francisco se ha referido a menudo a los pueblos indígenas como modelo de relación con la creación. ¿Cómo puede ser esto un ejemplo para nosotros?

R.- Su relación con la creación es algo sencillo y hermoso. No se trata de grandes teorías, sino de su vida cotidiana. Un día, como los oí decir muy a menudo "somos hijos del maíz", les pregunté si podía ir a sembrar con ellos. Así que nos reunimos en la casa del propietario del terreno. Estaba imaginando un escenario completamente diferente. Cuando llegué, en primer lugar, me dijeron que empezara con una oración y tuvimos una hermosa y profunda oración. Al escuchar sus voces pude oír cómo agradecían a Dios por todos los dones que nos había dado y por el hecho de que hoy teníamos que ir a sembrar en los campos que Dios nos había dado. Luego fuimos al lugar donde íbamos a sembrar y hubo otra oración, en la que también me pidieron que bendijera los granos de maíz, y allí comprendí que para ellos cada grano era un regalo de Dios. Volvimos a casa, terminamos con otra acción de gracias, otra oración y luego compartimos una comida con todas las personas que habían participado en el sembrío. Fue hermoso porque entendí lo que significa el maíz para ellos, pero también lo que significa para ellos una relación con la creación. Una relación hecha de agradecimiento y nunca de posesión. Nunca dicen "mi maíz", "mi tierra", sino siempre "la tierra de Dios", "el maíz que pertenece a Dios". Para mí, esto fue significativo porque no escuché a los indígenas como amos, sino como indígenas que se ponen al servicio de la creación. Y es bello porque en cosas sencillas, como lo que viví, entendí hermosos signos que pueden ayudarnos a descubrir, en nuestra realidad cotidiana, que debemos servir a la creación, debemos ponernos a su servicio, no ser sus dueños, no sus amos.

¿Cómo podemos proteger a estos pueblos?

R.- La protección de los pueblos indígenas no es sólo una cuestión jurídica, ya que existen leyes internacionales. Incluso a nivel nacional aquí, Guatemala tiene leyes que defienden los derechos de los pueblos indígenas, pero el verdadero problema es tanto "interno" como "externo". De hecho, es necesario acompañar ciertos procesos de transformación que viven sobre todo los jóvenes, que abandonan su propia cultura para abrazar una nueva, un tanto indefinida, que muy a menudo les aleja de sus raíces. Y también hay un fenómeno externo que es el fenómeno del racismo, lo llamaría yo. Hay una discriminación, hay una forma de exclusión de la sociedad que para mí en este momento es una gran injusticia. Esta injusticia podría combatirse no sólo con leyes, sino también con una transformación cultural, con la aceptación del otro, del "diferente", que para mí es un regalo. La exclusión de los indígenas es muy fuerte. A veces basta con leer un apellido para que te digan: "no, no queremos eso aquí en nuestra oficina", por ejemplo. Sería necesario un gran cambio para ayudar a estas personas a integrarse sin renunciar a su identidad.

 

FUENTE: Vatican News