ENTREVISTA A MONSEÑOR CARLOS CASTILLO, ARZOBISPO DE LIMA, PERÚ.

“El principio de subsidiariedad evita que la economía destartale y se coma a la sociedad”

Redacción CAL
23/05/2019
Print Mail Pdf

Perú_Renovación_moral_en_la_Política

 

Presentamos a continuación una entrevista realizada al nuevo Arzobispo de Lima, realizada por el periodista José Antonio Varela Vidal, aparecida en la Revista “Testimonio” del Instituto de Estudios Social Cristianos, en su número 127, del primer cuatrimestre del año.

 

En un alto de su recargada agenda como flamante sucesor de santo Toribio de Mogrovejo, y próximos a celebrar los 15 años del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, Testimonio dialogó con el nuevo arzobispo de Lima, monseñor Carlos Castillo Mattasoglio.

Usted ha dicho que ahora es un párroco más grande… Le pregunto en contrario, ¿qué tipo de párrocos no necesitaría hoy la Iglesia?

– Yo creo que la anchura no es una cuestión solo de cantidad, sino de calidad. El nivel de los problemas que tiene el mundo hoy en día, las esperanzas, las búsquedas de los sueños del mundo, se han anchado en el sentido que muchos de ellos son cualitativamente nuevos. Antes podíamos soñar un mundo nuevo, ahora tenemos dificultades para soñarlo porque la situación es grave con la ecología, la economía, con el calentamiento general, el sistema global que tienen las guerras. Pero también la grandeza y hondura de lo que hay que hacer es muy profunda. Por ello estamos invitados a la profundidad. ¿Qué párroco no debe existir? El párroco estrecho, que cree que con anécdotas se resuelven las cosas.

En sus homilías también viene abordando la vida del cristiano y su relación con Dios. ¿Por qué de los altibajos en la vida cristiana?

 - Lo importante en la vida cristiana, es que en todos los momentos de la vida siempre está presente el Señor. Pero nos hemos habituado a encasillar a Dios solo en el culto, y en las dificultades que tenemos en la vida parece que el Señor nos abandona, porque solo está en el culto. Es cierto que está en los sacramentos, en los signos que nos ha enseñado Jesús para identificarlo, pero esos mismo signos parten de la vida cotidiana, de los hechos de vida. El sacramento es la retoma de un signo humano para mostrar la cercanía de Dios. Y por eso lo que constituye hoy una dificultad, es que cierta manera de pensar nos ha alejado de la idea de que Dios esté en nuestra cotidiana, y nos sentimos abandonados por él.

Usted tuvo un compromiso serio como laico antes de ingresar al seminario… fue a trabajar en Cerro de Pasco, estudió en una universidad pública. ¿Qué sello le dejó esto en su vida y cómo se verá ahora en su nuevo ministerio?

- El valor enorme que tiene la experiencia humana. Si no partimos de la experiencia humana, en la que Dios se ha revelado, entonces no conocemos al Dios de la Biblia, al Dios revelado.

También tuvo una amplia experiencia en las aulas universitarias, ¿cómo va a enfocar este llamado que ha hecho a los jóvenes en levantarse, e integrarse nuevamente a la Iglesia?

 - Me parece que la universidad es una institución que nació de la Iglesia y nació para profundizar la fe. Y eso es muy importante y, con ello, se abrió el camino de la profundización del conocimiento humano en diversas materias. Que después se hayan dividido las cosas y ahora la universidad se haya hecho laica, a la vez que es una disminución, también tiene un aporte porque muestra que hay búsquedas muy grandes de conocimiento que quizá no sabíamos que se podían explorar. Lo importante es que el conocimiento recobre siempre su unidad básica, a partir que es un instrumento para que las personas encuentren caminos de solución en diversos problemas.

Es importante el aporte de la universidad…

- Sobre todo, la universidad debe servir para entender que hay elementos profundos que están en el subterráneo, en las aguas profundas de la vida y se necesitan conocer para tener la visión en conjunto de lo que vivimos. A veces la parcialización del conocimiento, muy propio de la modernidad, olvida la cuestión profunda de la unidad del conocimiento.

La vida pública, la vida política, sigue siendo un campo de trabajo para los cristianos. Aunque el papa Francisco en un encuentro de políticos jóvenes, ha pedido que no se le llame cristiano a los partidos. Visto esto, ¿cómo debe encontrar el cristiano su espacio en la vida política?

- Así como no hay básquet católico, ni fútbol católico; tampoco hay ciencia católica ni política católica. Hay política, hay ciencia, lo propiamente cristiano/católico, corre en los aspectos profundos de la vida. Para eso uno debe aceptar la fe y simultáneamente saber anunciarla, para que las personas conozcan al Dios que nos ama. Lo que queremos es que las personas sean más humanos, es decir, que se conecten con el origen de nuestra existencia, que es el Dios amor que nos creó. Ser profundamente humano, es ser profundamente amado para poder amar a los demás. Por ello, todas las dimensiones, especialmente la política, necesitan una entrada que en vez de usar etiquetas use de los elementos más profundos que puede tener la política, por ejemplo: el servicio. Y eso empalma directamente con la fe.

Este año se cumplen 15 años del Compendio de la Doctrina Social, ¿en qué principios sociales cree que se debería volver a reflexionar con insistencia al interior de la Iglesia?

- Uno de los principios más importantes es el de subsidiariedad, en el caso de la Iglesia sobre todo. Ese principio también rige para el mundo, estamos en un mundo muy concentrado en el capital y en el monopolio. En la competencia agresiva por las ganancias y la concentración, que destartala todas las bases de la construcción de la sociedad y los vínculos sociales se están rompiendo en añicos. Las personas para existir necesitan relaciones humanas, para eso, si hay demasiado desarrollo del poder central, tanto en la Iglesia como en el mundo, las periferias quedan destruidas.

Hay que volver a darle su importancia…

- El sentido de subsidiariedad, que es uno de los elementos de la Doctrina Social de la Iglesia muy importante, es lo que debemos reconocer para que las instituciones, las relaciones humanas diarias, los pueblos, las comunidades, los grupos puedan tener esperanza de poder relacionarse y recibir realmente un espacio y una ayuda para seguir adelante. Todo lo que se concentra, en el fondo lo que hace es desaparecer toda relación; la economía se come a la sociedad.

Cuando usted habló de los “nuevos relatos” que hay que identificar; también dijo que hay cosas que ya son inoperativas, que ya no van a funcionar, ¿tiene identificadas algunas?

- Sí, por ejemplo una de las cosas que puede desaparecer -y se los digo con toda sinceridad-, es la propia religiosidad y la manera costumbrista de creer. El papa lo dijo cuando vino: “¿Podrán tener la misma religiosidad cuando vengan los sicariatos y ustedes no puedan hacer nada contra ello, resistirá la religiosidad popular?”. La religiosidad tiene una fuente enorme que es su espiritualidad, pero si no se evangeliza y no se descubre, entonces las personas al momento de actuar pierden el horizonte, y por no profundizar han perdido la grandeza de ese aspecto. Creo que también está desapareciendo la diversidad de maneras profundas de vivir, y eso es una cosa seria...

¿La ética, por ejemplo?

- También. Estamos viendo en cuanto a la vida humana, el asesinato de las mujeres, está desapareciendo el respeto por la persona humana; el sistema acelerado va comiéndose los valores inagotablemente.

¿Qué otros nuevos relatos podrían brotar?

- En las aguas profundas del sufrimiento de la gente, a consecuencia de eso, están los nuevos relatos donde empiezan a contar su desazón, su dolor. Hasta cuando la gente, en lugar de curarse con medicinas, se quiere curar con hierbas, ahí está el clamor de la gente por algo distinto; ese relato debe partir de ver el clamor de la experiencia que está detrás, y así renovemos los principios de la unidad, del amor, la belleza, la solidaridad, pero con un acento nuevo. Cada situación y cada drama humano hace respirar de otro modo las cosas, diría que esa es una tensión muy grande que el papa tiene, que la Iglesia se sitúe ahí donde se construyen los nuevos relatos, para generar una nueva corriente espiritual que permita marcar esta época inmensa.

Hay un tema que está en el ambiente, y es el de la “teoría del género”. Muchos padres de familia no saben a qué lado ponerse, se duda si el colegio va a hacer lo correcto, ¿cómo serán sus orientaciones sobre este tema?

- Esto es algo complejo que requiere relevar que toda vida humana es digna: la del hombre y de la mujer. Si ha surgido una teoría que trata de estudiar el asunto cultural implícito en este proceso, es necesario aclarar unas cosas.

Usted ha presentado como inspirador al padre Gustavo Gutiérrez. ¿Dónde estaría su aporte, según usted, para la pastoral de la Iglesia y para la reflexión teológica?

- El aporte de Gustavo, fundamentalmente como él mismo lo ha dicho, ha sido centralmente, lo que se denomina “la opción preferencial por el pobre”, es decir, haber leído el evangelio sabiendo que Dios se revela en la historia desde los últimos en la Tierra. Evidentemente, muchos en la historia lo habían presentado, el mismo Francisco de Asís con el sentido del pobre; los dominicos estaban centrados en eso. El sentido del pobre siempre ha existido, está en el evangelio. Lo que pasa que el aporte de Gustavo va sobre todo en el sentido de decirnos: “Esto es lo central del evangelio, el examen del cual nos van a examinar al final de la vida”. Por lo tanto, la palabra que Dios dice a partir de la relación con el pobre como juicio final, es el momento decisivo de la existencia cristiana. En muchos ambientes antes de Gustavo, se entendía que la cuestión del pobre era una limosna que estaba bien de vez en cuando, inclusive en los manuales de moral se decía que había que hacer una obra de caridad una vez al año. Y ahora se dice que es el centro de la experiencia cristiana, porque es el centro de la revelación de Dios; quien quiere reducir la cuestión del pobre en una anécdota, es una persona que no reconoce la revelación cristiana en su totalidad.

Acerca del problema de la pederastia, ¿qué medidas hay que tomar para evitar el ingreso de estos casos a la vida sacerdotal?

- Hay dos cosas que me parecen fundamentales. La primera, es necesario que todos captemos la envergadura del problema; esta es una modalidad que existió otras veces en la historia pero que hoy por ser una sociedad democrática sale a luz porque las cosas se dicen y se debe hacer con claridad, verdad y transparencia. Simultáneamente, tratándose de inocentes, víctimas entre pequeños y jóvenes, se ha de reconocer en el caso de la Iglesia, el uso del poder y la concepción clerical de la existencia del grupo encargado para servir como pastores, quienes han olvidado el sentido de servicio y promotor que tiene la constitución del sacerdocio y de la dirección eclesial. Estoy completamente de acuerdo con el santo padre, que la causa de esto es una ideología clerical, que ha destruido la capacidad de una Iglesia que se constituye como un instrumento de servicio para la gente, y eso tenemos que trabajar en la Iglesia.

Y sobre los casos que existen, ¿cuáles van a ser las medidas y la política que va a tener?

- Si lo unimos a la envergadura del acontecimiento, que es una cosa más grave, creo que debemos estar dispuestos a decisiones muy drásticas. Pero para que no sea anecdotario, como si se tratara de un caso personal o individual, es necesario producir una reforma profunda de la Iglesia y ahí está la aventura. ¿Qué va a aparecer en esa reforma? Lo que importa es qué forma vamos a tener de Iglesia que pueda renacer; como lo que está pasando en Chile, la Iglesia está renaciendo desde sus bases, renacer, entrar en el proceso de regeneración renovada del mundo que Dios propone con el amor, la recapacitación de todos los humanos para una nueva forma de entendernos y de vivir. Esto debe partir por comprender el problema, apreciar lo interesante de cada uno y de todos: pueblo, personas, víctimas; también victimarios, y así resucitar a una nueva vida que permita respirar.