La caridad nos une: Benedicto XVI en Cuba

Rev. p. Ramiro Quintero Salazar, párroco de Nuestra Señora de la Merced
05/04/2012
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BenedictoXVI_caridad

La Isla caribeña de Cuba se ha visto hondamente complacida con la visita papal de Benedicto XVI, peregrino de la Caridad, entre los dias 26 al 28 de marzo en el marco de los 400 afios del hallazgo de Nuestra Señora la Virgen de la Caridad del Cobre, Patrona de todos los cubanos.

Una visita que está en continuidad con aquella que en enero de 1998 hiciera el hoy Beato Juan Pablo II a la Isla, de allí la aclamación: ¡Juan Pablo, amigo, bendice a Benedicto!, y en un momento histórico para la Iglesia que, con el mejor espíritu, ha solicitado del Santo Padre animar en la reconciliación a todos los cubanos.

No es el caso establecer comparaciones entre la visita papal del 98 y la visita actual, pues como ya ha sido dicho en un escenario distinto a éste, es otro el momento histórico que estamos viviendo, es otra la Iglesia y otra la Cuba de hoy.

Previo a la visita del Sumo Pontífice, el pueblo cubano en masa, se volcó ordenadamente del oriente al occidente de la Isla acompañando durante más de un año la peregrinación de la imagen de la Virgen Mambisa, pues es esta imagen el símbolo patrio más antiguo del que se tenga noticia y que por lo mismo, hablando en términos sociológicos, supera el ámbito religioso.

Tanto la Plaza Antonio Maceo en Santiago de Cuba, como la Plaza José Martí (plaza de la Revolución) en la Habana, se vieron colmadas con la presencia de un pueblo ávido de escuchar la Palabra de Dios en boca del Sumo Pontífice.

Días previos a la llegada de Benedicto XVI la Iglesia auspició espacios de oración públicos en algunas de las plazas principales de la capital, y en otras ciudades; en una convocatoria dirigida no solo, pero sí en particular a los jóvenes de toda la Isla quienes, al cabo de nueve veladas nocturnas de oración concluyeron con una peregrinación desde la plaza de la catedral de la Habana hasta la plaza José Martí, donde casi culmino la visita por tres días del Peregrino de la Caridad.

La misión puerta a puerta dirigida a creyentes, no solo católicos sino también de otras denominaciones religiosas, como también a destinatarios no creyentes, gozó de una . amplísima aceptación y acogida por parte de la mayoría de los cubanos, quienes mas anhelaban la visita del Sumo Pontífice y algún recuerdo suyo, o de la Virgen de la Caridad, aunque fuera un sencillo afiche para colocar en las portadas de sus casas o de sus trabajos como expresión de unidad eclesial y de amor al Papa.

No es de pasar por alto la amplia difusión que hicieron los medios de comunicación nacionales como la TV, la radio y la prensa escrita para animar a todo el pueblo a salir al encuentro del Santo Padre dando a conocer entre otros, algunos documentales de exquisita calidad sobre el vaticano y la persona del sucesor de Pedro.

Cabe destacar el gran sacrificio por parte de todos los cubanos de casi todas las edades para desplazarse a los lugares donde se daban citas con el Papa a sabiendas de las distancias y las grandes limitaciones que tiene el transporte en la Isla. Sacrificio cuya complejidad solo se comprende cuando se tiene la oportunidad de ser uno más y vivir la realidad del cubano de a pie.

El Supremo Pastor de la Iglesia recordó la sacralidad de la conciencia humana y cómo esta es irreprimible, cuando afirmó: "los tres jóvenes, perseguidos por el soberano babilonio, prefieren afrontar la muerte abrasados por el fuego antes que traicionar su conciencia y su fe".

Así mismo el Papa recordó que "la verdad es un anhelo del ser humano, y buscarla siempre supone un ejercicio de autentica libertad". "Fe y razón son necesarias y complementarias en la búsqueda de la verdad".

La Iglesia pone de relieve el derecho a la libertad religiosa y con ello no esta reclamando privilegio alguno, afirmo el Papa: "El derecho a la libertad religiosa, tanto en su dimensión individual como comunitaria, manifiesta la unidad de la persona humana, que es ciudadano y creyente a la vez".

El mensaje del Santo Padre como Pastor del Evangelio colmó las expectativas, y como Jefe de Estado a diferencia de muchos de sus homólogos fue de escucha y respeto, no de indebida intromisión ni menos aun provocación.