La visita de un Papa conciliador y sus frutos

Crónica para la Revista "30 giorni"

Cardenal Jaime Lucas Ortega y Alamino
03/04/2012
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BenedictoXVI_Cuba

La visita apostólica del Papa Benedicto XVI a Cuba tuvo lugar en el contexto de la celebración de los cuatrocientos años del hallazgo de la imagen de la Virgen de la Caridad en las aguas del mar cercano a la costa septentrional de la región oriental de la isla. La imagen fue llevada entre las montañas al sur de la región donde se encuentran las minas de cobre; de ahí la devoción popular a la Virgen del Cobre.

La visita del Papa a Cuba estuvo presidida de una peregrinación misionera de la imagen de la Virgen de la Caridad muy venerada por nuestro pueblo, que recorrió mas de treinta mil kilómetros atravesando campos, ciudades, villas y nuevos asentamientos humanos. Centenares de miles de personas participaron en auténticas manifestaciones de fe. Aquello que conmovía no eran las multitudes, aunque eran extraordinariamente numerosas, sino contemplar los rostros, ver los gestos de piedad de hombres y mujeres, jóvenes, adultos y niños que se arrodillaban, alzaban los brazos, hacían con lágrimas en los ojos la señal de la cruz, y gritaban: !Viva la Virgen! mientras la imagen pasaba. Ha sido una gran misión nacional que nos ha permitido evangelizar en las plazas, en los jardines, por las calles con automóviles dotados de un alto parlante, con la distribución de volantes, etcétera. Durante esta misión hemos constatado que la fe está presente en un gran porcentaje de los cubanos.

Al final de dicha misión, en diciembre del 2011, fue anunciada la visita del Santo Padre a Cuba.

La noticia fue recibida con una alegría extraordinaria. Su presencia ha confirmado la fe de nuestro pueblo, la ha clarificado con su palabra. La visita del Santo Padre al Santuario de la Caridad del Cobre ha sido muy significativa y altamente apreciada por todos.

El Papa, en sus palabras, desde el inicio de su llegada a nuestro País, ha señalado que venía como Peregrino de la Caridad «para confirmar a mis hermanos en la fe y alentarles en la esperanza». Eran las palabras justas y fueron sentidas con emoción por todos aquellos que tuvieron, como yo, la gracia de acoger al Sucesor de Pedro.

El Santo Padre ha querido subrayar que su visita era una continuidad de la visita del Beato Juan Pablo II. Aquella visita pastoral cambió la vida de la iglesia en Cuba. La Iglesia Católica tuvo en aquel entonces las primeras manifestaciones públicas y las primeras transmisiones televisivas de las ceremonias católicas. El mundo entero y los mismos cubanos comprendieron que la Iglesia estaba viva, que había continuado a estar presente en tantos años de dificultad y de silencio. Después de aquel evento se comenzó a celebrar la Navidad como fiesta civil, se dieron intervenciones radiales de varios obispos en algunas fechas importantes; la cobertura mediática de la muerte y del funeral de Juan Pablo II fue verdaderamente impresionante.

Desde aquel momento comenzaron a ser frecuentes las apariciones del Papa en la televisión por Navidad, Pascua y en otras ocasiones, como el Via Crucis del Viernes Santo, las publicaciones de la Iglesia se difunden y son muy apreciadas. Después de aquella visita, se autorizó el ingreso al país de personal religioso, sacerdotes, hombres y mujeres consagrados, y la Iglesia tiene la posibilidad de celebrar públicamente la fe con procesiones y otras ceremonias religiosas. Se han abierto “casas de oración” en cientos de lugares donde los fieles se reúnen para la catequesis, la celebración de la santa misa y otras actividades.

Ahora la Iglesia aspira a una presencia sistemática en los medios de comunicación, sobre todo en la radio y en la televisión.

La Iglesia, en estos últimos años, ha incrementado su actividad social a través de la Caritas, que realiza una gran labor de voluntariado a nivel nacional. En caso de huracanes, la intervención de la Caritas es eficaz y rápida en la distribución de las ayudas que llegan desde los países extranjeros y de lo que la Iglesia en Cuba contribuye en estas circunstancias.

La Caritas mantiene muchos comedores en las iglesias parroquiales y en otros locales para personas de la tercera edad. Tiene también guarderías para niños de uno a cinco años pertenecientes a familias irregulares, en distintos lugares del País. Esta actividad asistencial de la Caritas es muy apreciada por la población.

Dos años atrás, en relación a los conflictos surgidos con las mujeres de los prisioneros, que se manifestaron pidiendo la libertad de sus maridos, la Iglesia se dirigió al gobierno con el fin de expresar su preocupación y fue invitada a mediar con aquellas mujeres, para que formulasen sus deseos y pedidos. Entre otras cosas, dichas mujeres propusieron al Cardenal que sus maridos fuesen enviados a otro país ya que era «preferible estar separados por el mar que por las rejas de la cárcel».

Estas propuestas fueron llevadas a conocimiento del gobierno que autorizó la excarcelación de cincuenta y tres detenidos en la primavera del 2003, permitiéndoles salir del país hacia España, país que los acogió junto con sus respectivos familiares. De los cincuenta y tres liberados, doce se quedaron en Cuba por su voluntad, luego, uno de ellos se fue a los Estados Unidos. Se prosiguió con la liberación de más de ciento veinte detenidos por motivos políticos. Algunos de ellos habían estado en prisión durante varios años. El Arzobispado de La Habana recibe pedidos de parte de los familiares de los detenidos y, si se trata de prisioneros por motivos de consciencia o por motivos políticos, tenemos la posibilidad de presentarlos a los autoridades.

Después de la excarcelación del número de prisioneros citados anteriormente no han sido presentados nuevos recursos de este género.

Es necesario recordar que la Pastoral carcelaria, que se ocupa de todos los prisioneros está bien organizada: se trabaja con las familias de los detenidos, se realizan visitas regulares en la cárcel, con catequesis y celebraciones de la Eucaristía.

El Papa Benedicto XVI estaba informado del desarrollo de la vida de la Iglesia después de la visita de Juan Pablo II. Por ello ha querido caminar por las huellas dejadas por aquel viaje pontificio. En su homilía en La Habana, el Papa trató el tema de la verdad, la única sobre la cual –ha dicho- es posible fundar una ética con la que todos puedan confrontarse. Ha anunciado a Jesucristo como la verdad y ha indicado, fiel al espíritu de su pontificado, la perplejidad del hombre delante de la verdad, como Pilato que «tenía delante de sí la Verdad» y no la reconocía en Cristo. El Papa ha insistido sobre la racionabilidad de la fe delante a tantos que arbitrariamente oponen fe y razón. Todas estas precisiones adquieren una particular relevancia para nosotros.

Ha señalado que la verdad es el fundamento de la libertad y ha hecho referencia a los pasos que se han dado en Cuba en relación a la libertad religiosa, con la esperanza que se amplíe siempre más sus posibilidades.

De hecho, hizo referencia tanto a la participación de la Iglesia en el campo de la educación como a aquella de los cristianos en la construcción de la sociedad. El Papa pidió -en el momento de su despedida- que nadie se vea impedido de sumarse a esta apasionante tarea «por la limitación de sus libertades fundamentales, ni eximido de ella por desidia o carencia de recursos materiales».

Así, el Papa invitaba a todos los cubanos a participar en la construcción de «una sociedad de amplios horizontes, renovada y reconciliada», superando cualquier dificultad y obstáculo en esta tarea.

Deseó que la luz del Señor, que ha brillado con fulgor entre nosotros durante los días de su presencia, no se apague y ayude a todos a reforzar la concordia y a «hacer fructificar lo mejor del alma cubana, sus valores más nobles, sobre los que es posible cimentar una sociedad de amplios horizontes, renovada y reconciliada». El Santo Padre ha precisado que la situación que Cuba vive «se ve agravada cuando medidas económicas restrictivas impuestas desde fuera del País pesan negativamente sobre la población».

Resumiendo, el Papa ha lanzado un apelo para que se elimine, en la dimensión nacional e internacional, «posiciones inamovibles y los puntos de vista unilaterales», proponiendo continuar en el campo del diálogo paciente y sincero que genera esperanza.

Durante el vuelo hacia América, en sus primeras palabras sobre Cuba, el Papa hizo referencia a los cambios del modelo socioeconómico necesario para Cuba y ha dicho que nosotros, los cristianos, «tenemos que apoyar esta investigación con paciencia y en modo constructivo, evitando traumas». Es una sugerencia justa porque cualquier salto brusco o violento produce traumas sociales que dejan huellas negativas en los pueblos.

El Santo Padre, fiel a su programa fundamental como Sucesor de Pedro, -aquel que presentó a los cardenales reunidos para el conclave cuando explicó de haber elegido el nombre de Benedicto porque su último antecesor que había llevado este nombre había sido un Pontífice conciliador- estuvo en Cuba haciendo verdaderamente honor al proyecto conciliador de su Pontificado, y lo ha hecho sin silenciar la verdad, con la claridad y la altura programática de su sumo ministerio.

Sentimos desde ya que la huella de su paso ha marcado al pueblo cubano, profundamente tocado de la mansedumbre y de la bondad reflejadas en las palabras y los gestos del Papa Benedicto XVI, que representan una bendición especial para toda la nación cubana y para cada uno de nosotros. Esta visita del Santo Padre en el Año Jubilar Mariano de Cuba nos anima y nos fortalece para la celebración del Año de la Fe que el Sucesor de Pedro propone con tanta solicitud a la Iglesia universal. Será una ocasión especial para profundizar en la fe que hemos constatado viva en el corazón de nuestros hermanos cubanos.

Permanece, entonces, un enorme sentimiento de gratitud y de esperanza en nuestra Iglesia de Cuba y en todo nuestro pueblo por la visita del Papa Benedicto XVI, y un recuerdo conmovente por su presencia entre nosotros.