Papa Francisco, el gran reformador
En su programa En perspectiva, que se emite en las mañanas de Radio Oriental, el periodista Emiliano Cotelo entrevistó el lunes 7 de noviembre al doctor Austen Ivereigh, biógrafo del papa Francisco. Aquí algunos extractos de la trasncripción que aparece en la página web de esa Radio, que resulta de mucho interés.
EC – El 13 de marzo del año 2013, la atención del planeta estaba puesta en la plaza de San Pedro, en Roma. Jorge Bergoglio, en ese momento se convertía en el primer latinoamericano nombrado como la máxima autoridad de la Iglesia católica, una religión que profesan más de 1.200 millones de personas en el mundo.
¿Quién es el papa argentino? ¿Qué ha hecho en estos tres años y medio? ¿Qué puede esperarse de él?
Esas van a ser las preguntas básicas en la charla que ahora iniciamos. Una conversación con quien puede considerarse uno de sus biógrafos, Austen lvereigh, escritor y periodista británico, doctor en Filosofía y autor del libro El gran reformador. Francisco, retrato de un Papa radical.
Conviene comenzar aclarando desde qué posición escribes a propósito del papa Francisco y de La Iglesia católica. Tú eres un católico muy activo. Por ejemplo, eres uno de Los fundadores de Catholic Voices. ¿Cómo defines a esa organización?
Austen Ivereigh (Al) – Voces Católicas nació en el 2010 en Inglaterra cuando esperábamos la visita del papa Benedicto. Había mucha reacción en contra de su visita y creamos un grupo para responder a las críticas contra la Iglesia. Preparándonos para esa visita y saliendo en los medios, desarrollamos una metodología y un curso de formación que realmente funcionó muy bien, ahora estamos en 23 países. Uruguay es el último, este fin de semana he estado capacitando a un grupo acá, que son buenísimos, listos, disponibles para hablar sobre cualquier cosa, sobre la Iglesia católica. Es un servicio a la Iglesia y también a los medios, una especie de intermediario, existimos para mejorar la comprensión de la gente sobre las posturas de la iglesia, las más comprometidas.
EC – De algún modo, esa organización recoge o toma como base tu propia experiencia: tú tienes años dedicado a comentar asuntos vinculados con la Iglesia católica en distintos medios de comunicación del mundo.
AI – Así es, soy periodista de profesión, pero he trabajado también en la Iglesia como director de Asuntos Públicos para el entonces cardenal arzobispo de Westminster de Londres, y antes de eso era director adjunto de una revista semanal católica conocida, entonces me invitaban mucho a los medios a hablar sobre esas cuestiones. Entonces a lo largo de los años desarrollé cierta comprensión de cómo funcionan Las cosas.
EC – ¿Y cuál es a esta altura tu vinculación o tu relación con el propio papa Francisco?
AI – Antes de su elección no tuve ningún contacto con él. Hace 25 años hice mi tesis de doctorado en la Universidad de Oxford sobre la Iglesia argentina y la política. En ese entonces todo el mundo me preguntaba por qué me interesaba ese tema tan marginal.
EC – Me deja muy tranquilo saber que todos te hacían esa pregunta, porque es la misma pregunta que me hice yo al repasar tus antecedentes.
AI – Sí, porque no tengo ningún familiar en América Latina, no sé nada.
EC -¿Qué hacía un británico, a principios de los años 90, resolviendo que su tesis de doctorado iba a ser a propósito de La Iglesia católica argentina?
AI – Primero me había interesado en La literatura argentina, después en la historia, y después había viajado bastante en Argentina, había vivido allí enseñando inglés y cosas. Entonces elegí hacer mi tesis sobre eso.
EC – No había vínculos familiares.
AI – No, ninguno, yo soy británico británico, no tengo ningún lazo. Pero, no sé por qué, nací con un corazón latinoamericano, siempre me he sentido muy identificado con América Latina, una fascinación. Siempre me he sentido muy en casa y muy a gusto acá. Sumando varias visitas hace 25 años, pasé como dos años en Buenos Aires y ahí se me pegó un poco el acento rioplatense. Pero no volví más.
En esa época a Bergoglio recién lo habían nombrado obispo auxiliar. La primera vez que oí de él fue en el 2001-2002, cuando la gran crisis económica argentina. En ese momento él ya era cardenal, recién lo habían nombrado, y ya era una figura bastante destacada en la vida pública argentina.
Después me olvidé un poco de Argentina, hasta la noche de la elección, cuando estaba haciendo comentarios para un canal de noticias británico y salió un papa argentino.
EC – Pero llegado ese momento, cuando lo eligen papa, ¿tú habías tenido contacto con él?
AI – No, no, ninguno. Sí sabía un poco de él, en parte porque se había destacado, su nombre había sonado en el cónclave del 2005, y el cardenal para el cual yo trabajaba estaba muy interesado en él en el 2005. Muchos años más tarde me di cuenta de que él había sido uno de los cardenales que habían promovido la candidatura de Bergoglio en ese cónclave del 2013, pero solo después descubrí eso. En parte ese fue el motivo para escribir el libro, en el que narro cómo fue elegido Bergoglio, cuál fue el movimiento de los cardenales a favor de su elección.
EC – Has contado que en esa trasmisión en la que estabas participando el día en que se esperaba el nombre del papa fuiste de los periodistas mejor preparados para salir diciendo algo sólido una vez que se abrieron los postigos del balcón y apareció Bergoglio.
AI – Por lo menos sabía quién era y podía decir que era jesuita, algo de su fama. A otros comentaristas esa noche les fue bastante mal porque el objetivo era explicar al mundo a quién había sido elegido, para eso estábamos los comentaristas. Y la única forma de preparar un cónclave es tratar de adivinar quiénes son los más papables, normalmente hay unos 20 nombres que suenan, entonces tú preparas esa lista. Pero él no estaba en esa lista de los papables.
EC – No estaba, curiosamente, pese a que en la anterior había sido uno de los "finalistas".
AI – Esa fue la razón por la cual no fue considerado, porque ya era bastante viejo en el 2005 y se suponía que en ese sentido ya era una figura del pasado. Y el más sorprendido esa noche fue él.
EC – De todos modos, tú tenías alguna pista.
AI – Sí, por lo menos, y ahí se me despertó la curiosidad por él. Recuerdo muy bien que esa noche, en el momento de hacer los comentarios para los dos millones de televidentes, en mi mente pensaba:
"Yo lo conozco, no lo conozco de cerca, pero lo entiendo, sé de dónde viene, es un argentino". Hasta su forma de hablar, el papa porteño, la forma en que hablaba.
Entonces en las semanas después de su elección se me despertó una curiosidad enorme por saber más de él. En parte porque me parecía que los que hablaban del papa no entendían su argentinidad, entonces yo insistía siempre: no se lo puede encasillar dentro de las categorías europeas o latinoamericanas, liberal o conservador, está fuera de eso, es un argentino. En el fondo es un jesuita peronista, por eso es difícil de entender.
EC – ¡Cuántos conceptos juntos! Vamos de a poco. ¿Qué utilidad terminó teniendo para ti aquella investigación que habías hecho para el doctorado sobre la Iglesia católica argentina cuando te pusiste luego a escribir este libro, El gran reformador, sobre Francisco específicamente?
AI – Mi tesis, que se publicó hace muchos años como Catolicismo y política en Argentina, era un estudio del movimiento nacionalista católico social en la Argentina de los años 30, 40, que fue precisamente el telón de fondo del movimiento peronista. Perón canalizaba todo un despertar, un movimiento nacionalista católico en Argentina, que era muy social, muy obrerista, muy progresista en ese sentido, pero al mismo tiempo nacionalista. Ese es el telón de fondo de Bergoglio, él también viene de esa Argentina. Por eso me sirvió de base, los primeros dos capítulos del libro de hecho dan una visión muy larga de un panorama muy profundo sobre los grandes movimientos sociales en Argentina, e intenta entender ese fenómeno, porque, como muchas veces he bromeado, la gran tarea del libro no era tanto comprender al papa Francisco, sino comprender el peronismo.
EC – ¿Esa era la tarea del libro?
AI – Lo digo en broma, pero en parte solo entendiendo ese telón de fondo de la Argentina peronista se puede entender a este papa. Como no se podía comprender bien a Juan Pablo II sin saber algo del telón de fondo de la nación polaca, entre las guerras. Ese fue el objetivo de El gran reformador, ubicarlo en ese contexto.
Y hay una conexión muy fuerte con Uruguay, porque uno de los nortes y guías para el papa fue Alberto Methol Ferré, el gran pensador visionario uruguayo. Eso es ya en los años 70, y sería la continuación de ese movimiento, también son nacionalistas populares católicos de esa época, que fueron los que más lo influenciaron.
EC – A propósito de la evolución de Bergoglio, tú mismo has planteado una de las tantas preguntas que hubo en los primeros días, en las primeras semanas posteriores a su nombramiento como papa: ¿quién es, qué hay detrás? ¿"Un jesuita retrógrado que se convirtió en un obispo progresista"? Desarmemos ese cuadro.
AI – Yo nunca acepté esa tesis.
EC – Pero había esa interpretación.
AI – Exactamente. De hecho hay biografías que básicamente tienen esa narrativa. Cuando fui a investigar su vida, una de las primeras cosas que hice fue leer todo lo que había escrito de jesuita a lo largo de 20 años, algo que ningún otro biógrafo había hecho. Dicho sea de paso, eso fue unos meses después de su elección, pero sus escritos todavía no se habían publicado; los jesuitas los sacaron de los estantes, les sacaron el polvo y me los prestaron para fotocopiar. Y a través de esos escritos descubrí a un hombre que se parece mucho al Papa de ahora, entonces no creo en eso del jesuita retrógrado que después se hace progresista, sino más bien veo un jesuita muy resistente a las ideologías, pero que buscaba una cercanía con el pueblo, con la gente sencilla de Argentina, quería que sus jesuitas también tuvieran esa cercanía en los barrios populares de La Argentina. Hay una consistencia, no digo que no haya cambiado, ha cambiado, ha evolucionado en muchas cosas, pero creo que el perfil del papa Francisco se parece mucho al perfil del provincial jesuita de los años 70, 80.
EC – Por ejemplo, en esa historia de Bergoglio está su enfrentamiento con la teología de la liberación ...
AI – Sí, exacto.
EC – ... casualmente muchos lo ven cercano a la teología de la liberación.
AI – Esa es la pregunta clásica: si el papa es un seguidor de la teología de la liberación. Yo siempre respondo: depende de lo que signifique la teología de la liberación, porque había varias corrientes. Pero sí, él pertenece, forma parte de la corriente latinoamericana teológica pos-Medellín, pos año 68, el redescubrimiento de la historia de la cultura, de la teología latinoamericana. Pero hubo una división de aguas en los años 70 entre los que se aferraban más a una interpretación marxista y favorecían un camino más revolucionario, el camino de la política, y otro grupo que era muy de acá del Río de la Plata –Methol Ferré era uno de ellos, una serie de teólogos argentinos como Lucio Gera–, que más bien buscaba la valoración del pueblo y la cultura, la cultura latinoamericana, como el vehículo de la liberación. Eso implicaba un rechazo a los esquemas sociológicos marxistas, entonces él se resistía a esa otra teología de la liberación, pero sí formaba parte de ese grupo del Río de la Plata que tiene el nombre de teología del pueblo, para diferenciarlo. De todos modos tienen mucho en común, como la opción preferencial por los pobres, la idea de la liberación latinoamericana de las fuerzas ajenas, pero hay una división. Y uno de los puntos de división más interesantes es la cuestión de la religiosidad popular, que para los teólogos del pueblo siempre fue muy importante, mientras que los liberacionistas de repente eran vistos como una cosa un poco medieval y supersticiosa. Él se identifica claramente con esa línea del pueblo.
EC – En las primeras horas y días posteriores a su designación, a su nombramiento, a su consagración como Papa, hubo toda una corriente de críticas que lo señalaban como colaborador de la dictadura argentina, o habiendo tenido momentos o episodios de colaboración. Tú trabajaste en especial sobre esos asuntos.
AI – Sí. La acusación específica contra él fue que había permitido o aun fomentado la detención de dos jesuitas muy activistas liberacionistas en los años 70. Cuando empecé a investigar eso era bastante claro que la acusación fue falsa, pero lo que me interesaba era dónde había nacido esa acusación. En el capítulo 4 del libro trazo qué pasó. En el fondo su actitud sobre la dictadura se puede resumir así: él no alzó la voz porque no habla por qué alzar la voz, los que alzaban la voz normalmente eran suprimidos de inmediato por la dictadura o exiliados. Su papel como provincial jefe de los jesuitas era proteger a los jesuitas de la represión. Pero al mismo tiempo, ayudar a los que habían sido torturados y huían de la dictadura.
Está claro y demuestro en el libro que salvó a decenas de personas en el Colegio Máximo, del cual él era rector en ese momento, después de ser provincial, las escondía ahí. Las historias son muy dramáticas, se fingía que ellos hacían los ejercicios espirituales de san Ignacio, una especie de retiro espiritual, pero de hecho los escondía y los ayudaba a salir del país. Hizo las dos cosas a la vez, y muchos de los jesuitas que vivían con él no sabían que hacía eso. O sea, tiene –fue lo que más me impresionó al investigar su vida– una valentía y una capacidad de vivir en tensión realmente extraordinarias. Es la misma capacidad que demostraba después como arzobispo de Buenos Aires al enfrentarse con los mafiosos y los traficantes de personas. Tiene una valentía tremenda.
EC – Hablando de su etapa como arzobispo de Buenos Aires, un sacerdote y obispo peronista ... porque tú lo defines como peronista ...
AI – Sí.
EC – ... se enfrentó a los gobiernos Kirchner. ¿Eso otro cómo se entiende?
AI – Digo un poco en broma que es peronista, pero es peronista en el sentido de que es en esa época, en los años 70 y 80, ese grupo de jesuitas estaban muy identificados con un peronismo original de los años 50, el que a veces se dice que es ortodoxo.
Pero después hubo otras variaciones y expresiones de peronismo, el menemismo en los años 80, que fue neoliberal, y luego el kirchnerismo, que fue de una izquierda secularista, populista, que tampoco se identificaba con eso. O sea nunca fue afiliado, miembro del partido peronista, pero Argentina se divide y él definitivamente estaba de ese lado peronista. Eso no significa su aceptación de las expresiones posteriores del peronismo.
EC – ¿Cómo se entiende ese enfrentamiento? Porque para los Kirchner, Bergoglio, el arzobispo de Buenos Aires, era quizás el principal azote.
AI – Lo que pasa es que Néstor Kirchner sobre todo era tremendamente ideologizado, en sus esquemas la Iglesia era una institución retrógrada, cómplice de la dictadura, etcétera, entonces simplemente no podía ver a Bergoglio sino como una amenaza. Fue una ceguera ideológica tremenda. De hecho, fue más fácil con Cristina.
Cristina era más pragmática en ese sentido. El chiste es que durante muchos años, cuando estaba Cristina Kirchner, ella nunca recibió a Bergoglio y Bergoglio tampoco a ella. Él siempre decía "si ella quiere venir a visitarme, que venga". Entonces no se vieron. Pero cuando fue elegido Papa fue más fácil para Cristina Kirchner viajar; cruzar el Atlántico para verlo en Roma que cruzar la plaza de Mayo.
EC – Hubo días de incertidumbre sobre cómo iba a reaccionar Cristina Fernández.
AI – El primer día en especial, porque su primera reacción fue muy fría. Y se dice –lo narro en el libro– que Rafael Correa, el presidente de Ecuador, la llamó a Cristina para felicitarla por la elección de Bergoglio y Cristina le dijo: "Tenés que entender, es un facha, es un enemigo", y Rafael le dice: "¿Estás loca, mujer? ¡Acaban de elegir al primer argentino como Papa! ¡Este va a ser más grande que Carlos Gardel!".
En ese momento, por razones políticas frías Cristina cambió mucho de parecer: lo interesante es que después, cuando ella fue al Vaticano, que fue recibida por el Papa, por supuesto, hubo una especie de reconciliación.
EC – Sí, tanto que hay una comparación permanente entre a quién trata mejor el Papa, si a Cristina o a Macri.
AI – Ahora voy a la Argentina para escuchar, allí hay una cierta patología en cuanto al Papa. Pero lo interesante es que desarrolla una especie de relación, Cristina lo vuelve a ver como cuatro veces en el Vaticano. Con Macri creo que es una relación más normal con un estadista, el Papa tiene mucho cuidado de no involucrarse en la política argentina, porque todo el mundo lo quiere involucrar, siendo argentino.
EC – "Francisco es un reformador, pero no es un Lutero; es un radical, pero no es un Che Guevara". ¿A qué se refiere?
AI – Elegí el título en parte para provocar, porque hay mucha gente que se pregunta: sabemos que este papa es un agente de cambio, un innovador, que está produciendo cambios. Pero ¿qué tipo de cambios son y qué tipo de reformador es? Entonces quería mostrar en el libro que hay una constante en su vida, que ha sido reformar, primero a los jesuitas, después como arzobispo de Buenos Aires, ahora como pastor de la Iglesia universal. Y su reforma pertenece a una tradición de reforma radical católica que se remonta a la Edad Media. Uno piensa en los íconos como san Francisco de Asís, ¿qué están buscando? Están buscando volver a la Iglesia a sus raíces, a su dependencia de Jesucristo, a no depender de cosas del mundo, como el ego, el estatus, el poder.
Entonces es un proceso de purificación, de enfocar en lo esencial y también de convertir a la Iglesia en algo más misionero. Él tiene una frase muy conocida, famosa, que es "la Iglesia en salida", quiere que la Iglesia salga a las periferias existenciales. Entonces está haciendo una serie de reformas, sobre todo de la cultura y de la mentalidad católicas, con un enfoque muy especial en la misericordia como elemento fundamental de Dios y de Jesucristo. Todas sus otras reformas estructurales en el Vaticano, del gobierno de la Iglesia, tienen esa finalidad, son el medio para conseguir esos cambios culturales y de mentalidad en la Iglesia.
EC – Menciono algunas de las reformas estructurales. Creó un consejo de nueve cardenales para reformar la Curia; creó un tribunal que se encargue de juzgar a los obispos que hayan incurrido en negligencia u oculten denuncias de casos de abusos sexuales contra menores; cambió las autoridades del llamado Banco Vaticano, se dispuso el cierre de miles de cuentas para que esta institución termine sirviendo "sólo a la Iglesia".
AI – Sí. Las reformas curiales, como las llamamos, porque son de la Curia romana, algunas de ellas fueron iniciadas por su predecesor, pero él les puso un ritmo muy acelerado, sobre todo en dos áreas, las finanzas y las comunicaciones. Ha creado nuevas secretarías poderosas, mucho más transparentes. Es un cambio de la cultura en el Vaticano.
Pero lo más importante aquí es el nombramiento del consejo de los nueve cardenales. Esos cardenales no son de Roma, son de las iglesias locales. Ese paso fue muy significativo, como también la reforma en el sínodo de obispos, cuando se reúnen en Roma los obispos delegados de la Iglesia local. Con estos pasos está abriendo Roma a las realidades de la Iglesia local, para que la Iglesia en Roma, la Iglesia universal expresada en el Vaticano, deje de ser tan autorreferencial.
EC – Ahí tiene importancia la selección que está haciendo de nuevos cardenales, a dónde está yendo a buscarlos.
AI – Exacto. Quiere incluir a la periferia directamente en Roma. Algunos de esos nombramientos son realmente sorprendentes, son de lugares muy lejanos, aislados, donde hay pocos católicos. Recuerdo el nombramiento anterior, del Reino de Tonga, que tiene como 150.000 católicos. ¿Por qué incluye a esos? ¿Por qué quiere que esos sean cardenales? Por dos razones, para incluir la voz de los pobres y de la periferia en el Vaticano, pero también para aclarar que el hecho de ser una ciudad grande metropolitana no significa necesariamente el derecho a ser cardenal. O sea, está tratando de contrabalancear el énfasis excesivo que existe en Europa en el Colegio Cardenalicio. Son más o menos 115 cardenales que eligen el próximo papa, de los cuales ahora la mayoría son no europeos. Y entre los no europeos, América Latina cuenta ahora con el bloque más significativo.
EC – ¿Cuáles son los problemas principales que se está tratando de atacar en la Curia?
AI – Cierta cultura de autosuficiencia, una tendencia a enfatizar las reglas, las normas y la doctrina sin tomar en cuenta las realidades vividas por las iglesias locales, cierta soberbia. Él está buscando que la Curia esté al servicio del papa y el papa a su vez está al servicio de la Iglesia. Entonces lo que está buscando es una nueva cultura de servicio. Yo conozco también Roma, hay muy buena gente en la Curia, que es humilde y sirve, pero es verdad que también hay intereses en juego, a veces corrupción verdadera, y eso es lo que está buscando eliminar. En parte esa corrupción no es de las altas esferas, sino de las bajas, de los burócratas, que normalmente son laicos, que no tienen grandes salarios, entonces hay muchos juegos de mover a sus amigos en posiciones. Ese tipo de corrupción es muy italiano, él está buscando eliminarlo con una nueva cultura de servicio.
EC – Tú has descrito a Francisco como "muy político". ¿Por qué?
AI – Es un animal político, él se describe a sí mismo como eso. De hecho creo que de adolescente estaba tan interesado en la política que pensaba entrar en la política.
EC – ¿Existió esa intención?
AI – Sí, y él siempre está fascinado por la política, y entró finalmente a la Compañía de Jesús, que algunos dirían que es una forma de mezclar la política, en el sentido de que los jesuitas siempre han sido grandes líderes, grandes figuras estratégicas. Sigue siendo un hombre con gran instinto político, en el sentido de que siempre busca crear consensos para cambiar las cosas. Es un genio en construir puentes, más allá de las pertenencias religiosas, políticas, culturales, es un gran constructor de puentes, un gran creador de consensos. Pero también tiene la gran habilidad, que tienen los grandes políticos, de expresar, de diagnosticar el momento en que vivimos, de nombrar el mal y también indicar la cura, en sus frases, en su forma de hablar. Ha revolucionado la comunicación papal con las conferencias de prensa que hace en el avión papal. Yo estuve con él la semana pasada en el vuelo a Suecia, participé directamente en la conferencia de prensa y es extraordinario, el papa tiene ahí a Reuters, a Associated Press, a las grandes agencias del mundo, no sabe cuáles van a hacer las preguntas, pero responde. Tiene una capacidad, una habilidad extraordinaria de responder directamente, de utilizar un lenguaje impactante. Todas esas son cualidades de políticos, normalmente no se asocian con obispos y líderes de la Iglesia necesariamente.
EC – "Ha logrado llevar a la Iglesia al centro de la diplomacia mundial." Esa es otra de tus aseveraciones. ¿En qué asuntos específicamente estás pensando?
AI – Por ejemplo en el deshielo entre Cuba y EEUU, en el que el Vaticano jugó un papel muy importante. En este momento en Venezuela hay crisis, están pidiendo la mediación. En Oriente Medio también, en su momento invitó al líder palestino y al expresidente de Israel a rezar en el Vaticano, a encontrarse, fue un paso extraordinario.
EC – Pero no es el único papa que ha jugado un papel de ese estilo. Juan Pablo II, por mencionar otro, también lo hacía. ¿Dónde está la diferencia?
AI – No pretendo que en eso sea diferente, el Vaticano siempre ha sido muy activo en el plano internacional. Pero por su prestigio, porque es ahora la figura moral central del escenario mundial y precisamente por la relación muy cercana que tiene con muchos estadistas, muchos vienen al Vaticano a estar con él, es un poco como los primeros años de Juan Pablo II, la Iglesia había perdido esa centralidad y ahora ha vuelto a tenerla. Uno piensa en el proceso especialmente en América latina. Yo he dicho varias veces que el estrecho de Florida y la frontera mexicano-estadounidense son para este pontificado lo que era el Muro de Berlín para el pontificado de Juan Pablo II, en el sentido de que son fuente de injusticia, de mala comprensión, que está buscando reemplazar con puentes. Hace un par de días hizo unas afirmaciones muy fuertes sobre los que construyen muros, que pueden ser leídas a la luz de Trump.
EC – También ha estado muy activo en la cuestión de los refugiados, los migrantes africanos que desbordan Europa. Son distintos campos en los que probablemente la primera reacción y la de mucha gente en el mundo sea "qué bien, qué interesante que el Vaticano tome la iniciativa, intervenga, promueva el diálogo". Pero hay otra lectura, quizás más desconfiada, más crítica, que lo que ve es una pulseada por el poder, para que la Iglesia católica recupere en el mundo una cuota de poder que supo tener, pero que ya no le corresponde en un mundo que ha ido girando hacia la laicidad. ¿Cómo veesta otra discusión?
AI – Esa lectura sería difícil de compartir, porque el Vaticano, la Iglesia no tiene ejército, no tiene intereses comerciales, cuando interviene en un conflicto internacional normalmente es porque es invitada a mediar, y luego el Vaticano establece las bases de esa participación diciendo "los dos tienen que pedir".
Es genuinamente al servicio de todos. Y no veo cómo la Iglesia se beneficia en términos de poder o de número de fieles, lo hace simplemente porque es parte de lo que es, refleja sus valores y es aquello para lo cual existe. La Iglesia existe para hacer real la presencia de Jesucristo en nuestro mundo, Jesucristo rompía esas barreras y construía esos puentes para crear nuevas formas de coexistencia de mutuo amor y mutuo respeto. Entonces forma parte de la identidad de la Iglesia hacer ese tipo de diplomacia.
EC – Desde ese punto de vista, ¿por qué es la Iglesia católica la que tiene que jugar este papel? Hay otras iglesias en el mundo.
AI – Sí, y no hay duda de que otras iglesias a su vez juegan sus propios papeles, pero no hay otra institución en el mundo como la Iglesia Católica. Primero, es la institución más antigua del mundo; segundo, tiene una presencia global extraordinaria, más de un billón de fieles, y tiene relaciones diplomáticas con' casi todos los países. Hay representación no solo del Vaticano, sino también de esos países en Roma, en el Vaticano.
Todos los países quieren que el Vaticano esté ahí, simplemente porque saben que la Iglesia es un gran soft power, 'poder suave', en su capacidad de mover corazones y mentes. Y precisamente porque está presente en los pueblos más remotos y en las periferias del mundo tiene una capacidad, tiene una inteligencia, un conocimiento, un entendimiento. Y porque es experta en humanidad tiene una capacidad de cambiar las cosas, pero no lo hace a través del poder, no tiene ejército, no tiene dinero, el presupuesto del Vaticano es menor que el de una universidad norteamericana.