A 50 años de la Encíclica “Populorum Progressio”, en plena sintonía con el magisterio del Papa Francisco

En el marco de la celebración de los 50 años de la Encíclica “Populorum Progressio”, del Beato Pablo VI, se han realizado diversos encuentros de reflexión y celebración. Destacamos uno realizado en Roma y otro más reciente en El Salvador.

Redacción CAL
01/09/2017
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Este año se conmemora el cincuentenario de la Encíclica “Populorum Progressio”, del Beato Papa Pablo VI, firmada el 26 de marzo de 1967. En ella, el papa Montini unía proféticamente el desarrollo de los pueblos a la búsqueda de la paz, esto en el contexto de ese entonces, que coincidía con la independencia de varios países del tercer mundo. El Papa, en esta encíclica social, hacía un llamado a los pueblos más ricos y avanzados a un compromiso solidario y caritativo con las naciones menos aventajadas.

El Papa, en total sintonía con los grandes mensajes sociales de sus predecesores, especialmente León XII, Pío XI y Juan XXIII, pedía al mundo un cambio radical en lo referente a las estructuras políticas, sociales y económicas, para llevar a los pueblos marginados al centro de la atención, a la luz del Evangelio. Pablo VI, en ese mensaje memorable, denunciaba las graves injusticias y divisiones que hasta hoy aquejan a los pueblos: las agudas desigualdades sociales y económicas tanto entre naciones diferentes como al interior de ellas.

Ya en esa época el Pablo VI ponía a la luz los escándalos y problemas que hoy en día siguen aquejando a la humanidad, de los que se ha hecho varias veces voz de denuncia el Papa Francisco, tal como lo hicieron en su momento San Juan Pablo II y su predecesor, Benedicto XVI. Se hablaba principalmente del “liberalismo sin freno” que se constituía en nueva esclavitud, la esclavitud del materialismo, y de un cierto tipo de capitalismo generador de injusticia, mientras se abogaba por “una economía al servicio del hombre”, que estuviera inspirada en una visión integral. Esa búsqueda “integral”, por cierto, no podía darse sin una vocación a la solidaridad entre los pueblos, que hiciera del desarrollo una búsqueda de todos. Es, pues, notoria la continuidad hasta hoy, particularmente visible en el magisterio actual, pues estos mismos elementos, desde una visión actualizada, están claramente presentes en la Encíclica “Laudato sì” y en otras intervenciones del papa argentino.

En esa búsqueda inspirada por la caridad universal, “Populorum Progressio” también destacaba el ejemplo preclaro de instituciones católicas y de misioneros que a lo largo de la historia trabajaron –y continúan haciéndolo hoy– en la educación, la salud y lo social.

Paradójicamente, cuando la “Populorum Progressio” hablaba de “desarrollo integral”, muchos de los avances científicos y tecnológicos que han revolucionado a la humanidad en los últimos 50 años ni siquiera habían empezado. Sin embargo, en otros campos como el social, se ha producido en varios aspectos una verdadera involución. Muchos de los problemas que aquejaban a nuestras sociedades en ese tiempo, la siguen aquejándola hoy, en algunos casos con mayor virulencia.

Se pueden destacar dos actividades particularmente significativas realizadas en el transcurso del año, en recuerdo de la Encíclica de Pablo VI. La primera es la que se realizó los días 3 y 4 de abril en el Aula del Sínodo del Vaticano, en el congreso titulado “Perspectivas para el servicio del desarrollo humano integral: a 50 años de la Populorum Progressio”, que se centró en “profundizar las perspectivas teológicas, antropológicas y pastorales de la encíclica, en particular en relación al trabajo de quien obra en favor de la promoción de la persona”.

El encuentro se abrió con una conferencia del Cardenal Turkson, prefecto del nuevo dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, organizador del encuentro, y siguió con la exposición del Cardenal Gerhard Ludwig Müller, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, quien hizo una presentación teológica centrada en la antropología. Finalmente se presentaron algunos testimonios que buscaron reflejar el modo como la Iglesia trabaja para aliviar los sufrimientos de los menos favorecidos en el mundo.  

Más recientemente, en el otro hemisferio, se desarrolló los días 13-16 de agosto en la ciudad de San Salvador el “Encuentro Latinoamericano y Caribeño: 50 años de la Encíclica Populorum Progressio”, con el lema “Un nuevo humanismo para el desarrollo integral”.

El encuentro, convocado por los Departamentos de Justicia y Solidaridad del CELAM y por el Secretariado para América Latina y el Caribe de CARITAS, se propuso reflexionar sobre el modo en que la Iglesia puede afrontar en la actualidad los desafíos que hace 50 años planteaba a la humanidad Pablo VI, en “Populorum Progressio”. En su comunicado final, los participantes señalaban de modo concretamente “la pobreza y la tendencia regresiva a ella de millones de personas en nuestros países, producto de sistemas económicos y políticos que valoran más el tener que el ser, el beneficio económico que la vida, las ideologías por encima de las personas, y que asumen el poder como dominación y no como servicio liberador”.

Los participantes pusieron a la luz la extraordinaria clarividencia de Pablo VI “al concebir el desarrollo, no como un simple crecimiento económico, sino como la promoción integral y solidaria de toda persona en todas sus potencialidades y de todas las personas y pueblos (PP 14)”, y señalaron “la necesidad del desarrollo integral y solidario para que se dé una paz duradera, la centralidad de la persona humana en todos los procesos de desarrollo desde un humanismo integral”, que “genera compromiso”; compromiso que los católicos debemos asumir con fe, siguiendo el llamado urgido de nuestros pastores.

Durante el evento también se pusieron de relieve algunos de los problemas más graves que afectan hoy en día a los pueblos menos desarrollados, tales como la creciente violencia, unida al narcotráfico, o como el flagelo del tráfico de personas y el fenómeno de la migración forzada.  

En también se alienta a una activa participación de los cristianos en la construcción de sociedades más justas, y en el paso de “condiciones menos humanas a condiciones más humanas”.