Conversaciones con Hernán Reyes Alcaide

El 22 de noviembre del corriente año tuvo lugar en la sede de la CAL el acto de presentación del libro de Hernán Reyes Alcaide, “Latinoamérica”, muy recientemente publicado por la editorial Planeta. Transcribimos a continuación las intervenciones del Dr. Guzmán Carriquiry y del Prof. Gianni La Bella en dicho acto.

Guzmán Carriquiry & Gianni La Bella
27/11/2017
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Reyes 4

Intervención del prof. Guzmán Carriquiry

Con el título de este libro de Hernán Reyes Alcaide, “Latinoamérica”, es un acto debido presentarlo en esta Comisión Pontificia para América Latina. Pero también es un placer estimulante hacerlo por muchos motivos. El primero es que contamos con la presencia de ilustres relatores, comenzando por el Sr. Cardenal Lorenzo Baldisseri, Secretario General del Sínodo de Obispos, que conoce y quiere bien América Latina. Fue durante largos años Nuncio apostólico en Brasil y participó como miembro de designación pontificia en la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. Nos acompañan también como relatores el amigo Gianni Labella, profesor universitario de historia y muy competente sobre América Latina, como lo demuestran varios de sus libros y artículos escritos. Y el Reverendo Padre Diego Fahres, argentino, con quien también compartí aquel importante acontecimiento en Aparecida, y a quien leemos siempre con gusto sus muy buenos textos en “La Civiltà Cattolica”. Y es también un placer acoger a los distinguidos miembros del Cuerpo diplomático acreditado ante la Santa Sede, a Rectores de Colegios latinoamericanos, a funcionarios latinoamericanos que trabajan en dicasterios de la Curia Romana y a tantos amigos periodistas interesados.

Nos complace también que este libro se presente en la sede de nuestra Comisión porque el autor sabe con cuanto afecto e interés hemos seguido el itinerario de preparación y publicación de su libro.

El libro de Hernán Reyes es de sucesivas conversaciones con el papa Francisco. Y esto demuestra el aprecio que el papa Francisco manifiesta no sólo a un compatriota, sino también a un periodista que sigue con mucha seriedad y competencia profesional los aconteceres italianos y vaticanos, que acompaña con entusiasmo la novedad del pontificado del primer papa latinoamericano y que es un hombre de bien.

En el diluvio de libros que se están escribiendo sobre el papa Francisco, este libro de Hernán Reyes Alcaida tiene la originalidad de concentrar la mirada y las palabras del Santo Padre sobre América Latina. Es la primera larga entrevista en que el papa se dedica exclusivamente a América Latina. Si a este libro le sumamos el prólogo que el Santo Padre quiso escribir a mi libro de reciente publicación sobre el Bicentenario de la Independencia, el anuncio del futuro Sínodo pan-amazónica, y lo colocamos en el itinerario que lleva al Papa Francisco de Colombia a Chile y Perú, hasta podría llegar a advertirse que el Pastor universal está demostrando actualmente una especial preocupación y solicitud por América Latina.

Hay que destacar, además, que este libro ha sido declarado de “interés cultural” por una resolución votada por unanimidad por el Parlamento del MERCOSUR.

El libro que presentamos tiene como ocasión la conmemoración del décimo aniversario de la V Conferencia General del Pueblo de Dios, de la que el papa Francisco recuerda una vez más la importancia de haberse realizado dentro de un Santuario mariano, de haber sido acompañada por la presencia del pueblo peregrino en ese Santuario y de haber sido una auténtica experiencia de esa sinodalidad que el Santo Padre considera como uno de los ejes capitales de reforma de la Iglesia y de la que el Cardenal Baldisseri es ciertamente persona más que competente. Releyendo esa memoria del papa sobre Aparecida, me impresionó la respuesta que dio a la pregunta de cuál sería el legado de Aparecida que aún no ha calado suficientemente en la vida de las Iglesias en América Latina. El Papa respondió inmediatamente: “la conversión pastoral”. Y esta respuesta plantea a su vez una pregunta inquietante e interpelante: ¿Hemos bien comprendido todas las implicaciones y el significado, las nuevas exigencias y responsabilidades que la Providencia de Dios plantea a nuestras comunidades cristianas a través del actual pontificado? ¿Cómo se está dando esa “reforma in membris e in capite” que, bajo impulsos y dones del Espíritu Santo, el Santo Padre propone en la actual encrucijada de la historia, para comunicar con más transparencia, radicalidad y persuasión el Evangelio de Cristo a los hombres? ¿Acaso podemos hablar hoy día de un resurgimiento católico latinoamericano? El Papa Francisco invita en la Exhortación apostólica “Evangelii Gaudium” a una “conversión pastoral”: “apertura de una permanente reforma de sí (de la Iglesia) por fidelidad a Jesucristo”, citando al Concilio Ecuménico Vaticano II (cf. E.G., 26). “Conversión pastoral” significa un examen de conciencia a fondo de todas las comunidades cristianas para que, por gracia de Dios, lleguen a ser cada vez más reflejos vivos de la presencia de Cristo; significa una revisión profunda de las estructuras, los planes y las obras de la Iglesia para evitar que se vayan fosilizando, se vuelvan caducas e incluso que se corrompan, perdiendo en su inercia todo resplandor de testimonio cristiano y energía misionera; significa también conversión de los pastores; significa convertirse, las comunidades y los pastores, a esa proximidad misericordiosa, misionera, solidaria, llena de compasión y ternura, de la que el Papa da testimonio cotidiano.  Es significativo toda la reiteración crítica que el Papa está poniendo sobre el clericalismo, que considera una de las deformaciones más fuertes que América Latina tiene que enfrentar, actitud que no sólo anula la personalidad de los cristianos, sino que tiene una tendencia a disminuir y desvalorizar la gracia bautismal que el Espíritu Santo puso en el corazón de nuestra gente”.

Una segunda respuesta del Papa que me impresionó en este libro, entre muchas otras, fue la relativa a “los deberes” que tienen hoy día los católicos latinoamericanos “de fortalecer la democracia”. “Hay que estar siempre en vigilia – se lee en la página 83 del libro – para que se mantenga la democracia en plena vigencia en todas sus formas. Luchas por la democracia es hoy día en América Latina una prioridad para los cristianos”. Y ello está exigido por la Doctrina social de la Iglesia. Creo que es la primera vez que el Papa se expresa tan contundentemente sobre este tema. Quizás otra frase que leemos en el libro explica la preocupación del Papa, sobre todo cuando dice: “Porque como todo sistema político, si no se cuida y se mantiene, tiende a degradarse”. En este sentido, Ustedes me van a disculpar que cite el prólogo del Papa a mi reciente libro, cuando señala “una onda larga de corrupción y violencia” que sacude América Latina, “con estructuras políticas resquebrajadas”. A nadie puede escapársele la percepción general, más allá de situaciones singulares de algunos países, del descrédito popular de las instituciones políticas, de más que frecuente confusión de poderes de gobierno que incluso alimentan tentaciones autocráticas, del desfonde de los partidos políticos tradicionales, de la falta de un recambio virtuoso de dirigencias políticas. Sin duda, el papa tiene en cuenta todo ello, pero sobre todo, cuando la tacha de “nominal” y no de “real”, está apuntando a democracias que no son sostenidas y animadas por una vasta y responsable participación popular.

Esto me permite recordar a un profesor universitario de la ciudad de Boloña, un tal Lanatta, que se ha dedicado a contraponer en el magisterio del Papa las continuas referencias al “pueblo” con las escasas referencias a la democracia, concluyendo por tildarlo de “populista”. El papa reacciona contra esta facilonería intelectual. Vale la pena releer una página muy clara de estas conversaciones con el papa. Es la página 58 y también la 59. La auténtica democracia es aquella que hunde sus raíces en la cultura y en las fibras íntimas de los pueblos, sus auténticos protagonistas. Por eso, el Santo Padre escribe que “urge poder definir y emprender grandes objetivos nacionales y latinoamericanos, con consensos fuertes y movilizaciones populares”, en tensión hacia el bien común. Otra cosa es la de minorías tecnocráticas o ideológicas – las minorías “iluminadas” a las que el papa se refiere siempre críticamente – que de hecho conciben la democracia como “todo para el pueblo, pero sin el pueblo.

No quiero extenderme más. Felicito a mi compatriota y amigo Hernán Reyes Alcaide, porque su libro no sólo ayuda a difundir la mirada del Santo Padre sobre América Latina sino que también alimentará reflexiones y debates que estamos necesitando sobre la actual realidad de América Latina.

Intervención del prof. Gianni La Bella

Dobbiamo essere grati a Hemàn Reyes Alcaide perché con questo suo libro intervista ci permette di penetrare, di conoscere in forma ravvicinata, la visione di Francesco su quella “fine del mondo” da cui è venuto. Uno sguardo sul pontificato e l’America Latina narrato attraverso gli occhi del suo protagonista. Un libro che nasce dal desiderio di non lasciar passare sotto silenzio il decennale di un appuntamento storico, che ha segnato nel profondo la vita del cattolicesimo latinoamericano contemporaneo e la Chiesa universale. Jorge Mario Bergoglio ha plasmato Aparecida, dove come tutti sappiamo, ha svolto un ruolo di primo piano, ma Aparecida ha, a sua volta, plasmato il pontificato di Francesco. Tra quella conferenza e questo pontificato si è prodotto un proficuo commercium-contammazione, uno scambio tra periferia e centro, che ha portato nel cuore della cattolicità romana il carisma di quella Chiesa continentale, sintetizzabile, a mio avviso, in una rinnovata attenzione per la scelta preferenziale per i poveri e la liberazione integrale degli uomini e dei popoli. La decisione del papa di istituire una Giornata Mondiale dei Poveri per la Chiesa Universale, che abbiamo celebrato domenica scorsa, è il segno-simbolo di questa nuova ermeneutica che sta cambiando e cambierà la Chiesa. Un evento religioso continentale, quello di Aparecida, che ha influito, molto più di quello che crediamo nelle dinamiche della Chiesa universale. Una conferenza, come nota giustamente Hemàn nella sua introduzione, parafrasando il gesuita brasiliano Henrique de Lima Vaz, che ha segnato il passaggio della Chiesa latinoamericana, “da una Chiesa riflessa a una Chiesa fonte”.

Sono tante le suggestioni e le considerazioni che mi ha suscitato la lettura di questo libro. Non potendomi soffermare su tutte, ho scelto di richiamarne alcune, che a mio giudizio mi paiono particolarmente significative.

Francesco quando si rivolge ai giovani usa un’espressione dal forte sapore antropologico e religioso “Non lasciatevi rubare la speranza”. Mi sembra che sia questa la stessa prospettiva con cui guarda al futuro dell’America Latina, quella parte del mondo che dopo la seconda guerra mondiale noi europei abbiamo imparato a chiamare con l’appellativo di continente della speranza. Tanti della mia generazione si sono innamorati del nuovo mondo, perché vi hanno intravisto il fascino di un laboratorio di futuro, non rassegnato ad accettare acriticamente le grigie ragioni del presente. Il nuovo mondo attraversa oggi un momento di difficoltà, dovuto, come sappiamo, a una serie di ragioni storiche, economiche, sociali e politiche, che non credo sia necessario richiamare. Bergoglio, in tante occasioni, come in questo libro, non si stanca di invitare la comunità latinoamericana a ritrovare la lucidità della propria coscienza, a riscoprire le sue immense possibilità, a ritrovare l’anelito, la passione e il desiderio per quella costruzione della patria grande, tanto cara al suo pensiero e alla sua visione. Non è questo per il papa un ideale romantico, né tanto meno un ideale utopico, già fracassato nel passato, quanto, come lui stesso dice, una “Speranza per il futuro”. Il papa ha ridato sapore e colore a questa parola, patria, uscita dal nostro vocabolario culturale e sentimentale, come antica, desueta e superata, dandone una nuova configurazione ben al di là dell’idea di paese e di nazione. L’immagine simbolica a cui fa riferimento, per evocare i tratti di paternità e filiazione che questo concetto comporta, è quella di Enea con suo padre sulle spalle, dinanzi alla distruzione di Troia. Nella nuova prefazione che il papa ha scritto ad un altro libro sull’America Latina, quello di Guzmàn Carriquiry, Memoria, Coraggio e Speranza, presentato alcuni giorni fa, con grande partecipazione, il papa scrive: “Che cosa sta accadendo in America Latina?... Forse ci siamo rassegnati a un pragmatismo di cortissimo respiro in mezzo alla confusione? Ci limitiamo a manovre di cabotaggio senza rotte certe? Siamo tornati a confidare in ideologie, che hanno mostrato insuccessi economici e devastazioni umane? Il bicentenario dell’indipendenza è una buona occasione per alzarsi in volo e guardare verso orizzonti più vasti”. L’America Latina, per uscire dalla sua rassegnazione e dal suo ripiegamento nelle anguste prospettive nazionaliste, falsamente sovrane e non più impermeabili, deve ritrovare, sembra suggerire Bergoglio, quando nel libro parla “delle sfide e degli apporti della regione”, con un’espressione antica, un “supplemento d’anima”. Mi sembra di cogliere nella filigrana di questa intervista, un forte invito da parte del papa al continente latinoamericano, a riscoprire la propria identità, che è l’unico modo per non adagiarsi nell’indifferenza e nell’insignificanza, nel tempo della globalizzazione, ritrovando nello spirito delle “gesta patriottiche” dei padri fondatori, la forza di incontrare con coraggio questo cambiamento. Non è un caso che una delle passioni del papa a cui ha più volte fatto cenno, sia un passaggio finale del Martin Fierro ove dice: “I fratelli siano uniti perché questa è la prima legge. Abbiano una vera unione in qualsiasi tempo che sia, perché se tra loro litigano, li divorano quelli di fuori, gli altri”. Giovanni Paolo II in una sua poesia scrive che “l’uomo soffre per mancanza di visioni”. Da questo libro intervista emerge un orizzonte che può rappresentare per l’America Latina la via per uscire dal rischio dell’autoreferenzialità e delle patrie piccole in cui si dibatte.

Sono personalmente convinto che il nuovo mondo in questo pianeta senza centro, possa rappresentare uno snodo geopolitico determinante, un ponte culturale tra i diversi linguaggi, prospettive e desiderata del Nord e del Sud. Ci sono, a mio avviso, a questo livello, grandi analogie, ma il tempo non mi permette di svilupparle, rispetto a come Francesco si è rivolto all’Europa invecchiata, introversa, senza visioni e ambizioni, timorosa di contare in modo responsabile sugli scenari intemazionali. Questo pontificato può rappresentare la forza evocativa di quella nuova visione storica, capace di ridefìnire i contorni, le modalità, i contenuti e le prospettive di una nuova alleanza, tra vecchio e nuovo mondo, al di là dei retorici richiami al passato. Non più Estremo Occidente, ma Euro-America. Un’alleanza tra le due sponde dell’Atlantico finalizzata a un grande obiettivo geopolitico, con significative ricadute anche sul piano religioso: umanizzare l’aridità della globalizzazione, sostenendo l’intero pianeta, convinti, come Francesco ripete, opportune et inopportune che dipendiamo gli uni dagli altri per il nostro presente e il nostro futuro. Il contributo della Chiesa in questo scenario è ovviamente determinante, a patto che il cattolicesimo di quel continente sia capace di debellare una malattia, che da tempo lo affligge e su cui il papa si dilunga nel libro: quella del clericalismo. Quando Hemàn chiede a Francesco a che punto siamo rispetto alla “conversione pastorale”, che come sappiamo è il vero documento finale di Aparecida, il papa risponde: “Siamo a metà del cammino”. E perché? Incalza il nostro intervistatore: “Mi posso sbagliare, però ho un’ipotesi: si chiama clericalismo”. L’anamnesi di questa malattia è per il pontefice la distanza dalla gente. “Como, dice il papa, si el pastor fuera el patron". L’antidoto nel vocabolario religioso di Francesco si chiama vicinanza, condivisione, compassione.

Un secondo aspetto che mi ha molto colpito sono per così dire le radici della sensibilità ecumenica e interreligiosa di Bergoglio, che respira fin da bambino nella caotica e multietnica Buenos Aires: città Stato, costruita attorno all’ideale di una convivenza naturale, e interetnica. Bergoglio, come Wojtyla, vive fin da ragazzo, attraverso la storia dell’amicizia con un suo coetaneo, “non mi sono mai dimenticato quel ragazzo, rievoca il papa, si chiamava Teodoro Gisel”. Un rapporto ante litteram, come dirà Giovanni Paolo II, nel suo storico discorso alla Sinagoga di Roma, con i “Fratelli maggiori”, gli Ebrei. Il dialogo interreligioso è per Francesco una dimensione naturale che appartiene al suo Dna, iscritta nei cromosomi della sua umanità, del suo modo di essere cattolico.

Anche rispetto al tema dell’ecumenismo c’è a mio avviso un aneddoto piccolo, ma molto significativo. Quando era ragazzo Bergoglio ricorda che era comune il sentir dire che “i protestanti andavano tutti all’inferno”, tutti pensavano così. C’è però un episodio che il papa racconta, vivo nella sua memoria, come se fosse accaduto ieri: La mia prima apertura ecumenica, risponde all’intervistatore, fu con mia nonna. Per Francesco, come abbiamo imparato, la abuela, nella sua educazione religiosa è stata più importante quanto il suo maestro dei novizi, quando è diventato gesuita. Il papa racconta che camminando con sua nonna incontrarono nel senso di direzione opposta, lungo la strada, alcune donne dell’Esercito della Salvezza, abbindate con gli abiti tradizionali e con i loro strumenti musicali. Avrò avuto quattro o cinque anni e chiesi a mia nonna: “Chi sono queste signore, sono monache?”, “No, querido, sono protestanti, però sono buoni”. Dire di un protestante che era buono, commenta il papa, fu un’affermazione così nuova che non l’ho mai dimenticata”. Credo che questi due episodi spieghino tanto della centralità che Bergoglio ha dato al dialogo ecumenico e interreligioso, declinandolo come un tratto costitutivo dell’essere della cattolicità contemporanea. Su questo aspetto ci sarebbe da dire molto, ma credo che questo abbia permesso al papa di andare oltre, esplorando com’è nella sua indole, la frontiera di un ecumenismo anche con quel complesso e variegato pianeta che sono i nuovi movimenti religiosi pentecostali, che noi impropriamente continuiamo a definire sette, indicando un sentiero ancora tutto da comprendere e da esplorare. Una strada che il papa ha già percorso nella sua esperienza di arcivescovo di Buenos Aires. Il cardinale Jean-Luis Tauran presidente del Pontificio Consiglio per il dialogo interreligioso, ha definito il modello argentino “unico al mondo, basato sull’amicizia e sulla solidarietà nella carità, anziché sul tentativo di raggiungere un accordo teologico. Il dialogo non è tra rappresentanti di religioni, bensì tra leader di fedi e confessioni differenti, che diventano amici e recepiscono gli interessi gli uni degli altri, senza mettere mai in discussione la propria identità.”

La terza considerazione che vorrei fare riguarda una sottolineatura che il papa fa nel libro. Hemàn pone a Francesco una serie di domande sulle priorità sociali oggi, rispetto alla missione della Chiesa in America Latina. Tra queste il papa sottolinea con particolare enfasi il carcere. Mi ha sempre colpito che in tutti i suoi viaggi Bergoglio non manca mai di visitare i carcerati e di intrattenersi con loro. Il primo giovedì Santo da pontefice ha lavato i piedi ai giovani detenuti di Casal del marmo. E’ qualcosa in forte controtendenza con le nostre tradizioni. Spesso quando un vescovo ha qualche difficoltà con un prete, lo nomina cappellano in un carcere o in un istituto per anziani, due luoghi considerati fino a non molto tempo fa, una sorta di Siberia Pastorale. Il carcere per Francesco, come dice nel libro, è un universo umano attraversato da disumanità e tormenti, attorno al quale si è fossilizzata la cultura del “castigo”, nella diffusa convinzione che chi vi abita, non sia degno di riabilitazione. L’universo carcerario rimane ancora tra i temi sociali e politici più scottanti, in culture troppo spesso divise riduttivamente, tra giustizialisti e permissivisti. I primi considerano le carceri “discariche sociali”, in cui la punizione deve prevalere sul recupero. I secondi, invece, ritengono tout court che le carceri facciano più male che bene. La prospettiva di Francesco è, al contrario, quella della misericordia, che non si rassegna mai di fronte a niente e a nessuno. Considerando chi alloggia in questi luoghi scarti del sistema. Ma il carcere è simbolo di un altro grande tema caro a Bergoglio, che affronta nel libro: il rapporto tra memoria e riconciliazione, o come piace a lui dire: “amicizia sociale”. Ho avuto la fortuna di vivere in diretta durante la visita del papa in Colombia, il suo incontro con tante vittime della guerra a Villavicencio. Uno dei discorsi, a mio avviso, più profetici del pontificato e di importanza storica per il futuro dell’America Latina, in cui ha indicato la via per il superamento di un’idea della memoria pietrificata, attraverso una nuova visione della giustizia: riparativa e riabilitativa, senza che ciò significhi dimenticare le esigenze della giustizia retributiva. E’ questa una delle tante frontiere che Bergoglio intende attraversare. Vorrei concludere con due ultime brevi considerazioni. La prima riguarda i sette discorsi che Francesco ha rivolto in diverse circostanze ai latinoamericani e che sono parte del volume. Discorsi che ha scelto personalmente e che Hemàn ha posto in appendice al libro. Rileggendoli, nel loro insieme rappresentano una sorta di enciclica, seppur a puntate, sull’America Latina.

La seconda è che questo libro intervista chiarisce una volta di più una delle frequenti interpretazioni arbitrarie e prevenute del suo pensiero, quella che considera Bergoglio un populista. Il papa spiega nell’intervista gli equivoci sorti attorno a questo concetto. Ma non credo valga la pena dilungarsi ulteriormente nel rispondere a questa accusa. Un vecchio politico democristiano italiano, di fronte ad accuse che non avevano senso era solito rispondere che smentire è dare la notizia una seconda volta. Anche io voglio attenermi a questa antica tradizione. Ringraziando l’autore, il papa e il coautore Hemàn Reyes per questa loro fatica.