EL SUEÑO Y CONSTRUCCIÓN DE LA PATRIA GRANDE

A NUEVE AÑOS DEL INICIO DEL PONTIFICADO DEL PAPA FRANCISCO

Redacción PCAL
15/03/2022
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San Pedro desde la PCAL

 

A nueve años ya del inicio del inicio del ministerio petrino del papa Francisco, primer latinoamericano en llegar a ocupar la sede de Pedro, en un par de entrvistas al Dr. Rodrigo Guerra López, Secretario de la Pontificia Comisión para América Latina, responde sobre la realidad del pontificado y su horizonte dentro de la realidad y apropiación de la realidad cultural y eclesial de la Patria Grande latinoamericana.

 

Pueden consultar las dos entrevistas a continuación:

 

 

 

Texto de la entrevista de Religión Digital

Rodrigo Guerra: "El sueño de una 'Patria grande' es necesario, por nuestro propio bien"

"El momento de renovación y de reforma más incisivo que ha tenido la Iglesia desde el Concilio Vaticano II está siendo el pontificado del Papa Francisco"

"Cuando la comunión se afirma sin sinodalidad se puede fácilmente confundir con homogeneidad y rigidez. Cuando la sinodalidad prescinde de la comunión, todo deviene en populismo eclesiástico"

"Francisco prefiere el riesgo de ser una Iglesia en salida que la comodidad burguesa de una Iglesia situada en la zona de confort"

"La DSI nos educa a mirar que el trigo y la cizaña conviven y que es preciso siempre realizar interpretaciones analíticas y diferenciadas, que vayan más allá del “blanco o negro” al que nos acostumbran las ideologías"

"La guerra en Ucrania es una herida no sólo para los ucranianos sino para toda la humanidad. Significa haber claudicado al diálogo y a la cultura del encuentro. En este tipo de confrontaciones todas las partes son perdedoras"

"Es previsible un incremento en la tensión social de todos los países latinoamericanos. Cada uno con su propio proceso socio-político particular, pero todos hermanados en el dolor de la pobreza y en el sueño de que las cosas podrían ser de otro modo"

"Soy de la opinión que víctimas y victimarios requieren siempre ser atendidos con un triple enfoque: el propio del derecho (canónico y civil), el de la psicología, y el de la vida espiritual"

 

José Manuel Vidal

El Papa Francisco cumple nueve años guiando la barca de la Iglesia. Entrevistamos a Rodrigo Guerra, Secretario de la Pontificia Comisión para América Latina, sobre la renovación eclesial que significa este pontificado y sobre la agenda sociopolítica latinoamericana para los próximos meses. El filósofo mexicano apunta, en su profundo análisis, a tres puntos que nuclean el pontificado de Francisco: "Sinodalidad, dimensión social del evangelio, y cultura del encuentro". Y un tema transversal: "La centralidad de Jesucristo". Un pontificado al que no duda de calificar como "el momento de renovación y de reforma más incisivo que ha tenido la Iglesia desde el Concilio Vaticano II".

 

Además de abordar los principales problemas de Latinoamérica, Rodrigo Guerra asegura que "la guerra en Ucrania es una herida no sólo para los ucranianos sino para toda la humanidad. Significa haber claudicado al diálogo y a la cultura del encuentro". Y, como consecuencia, prevé "un incremento en la tensión social de todos los países latinoamericanos".

 

También le duela la plaga de los abusos sexuales en la Iglesia y propone como solución "que víctimas y victimarios requieren siempre ser atendidos con un triple enfoque: el propio del derecho (canónico y civil), el de la psicología, y el de la vida espiritual".

 

¿Qué balance podemos hacer de nueve años del pontificado del Papa Francisco?

 

 Los “balances” pueden resultar un tanto parciales tomando en cuenta que el pontificado es un proceso, es algo que se está realizando, “in fieri”, como decían los medievales. Sin embargo, creo no exagerar si afirmo que el momento de renovación y de reforma más incisivo que ha tenido la Iglesia desde el Concilio Vaticano II está siendo el pontificado del Papa Francisco. Y lo está siendo, porque implica precisamente una lectura más profunda, más completa, más madura del propio Concilio.

 

¿En qué podemos advertir con claridad este proceso de reforma eclesial?

 

De entre otras muchas, menciono tres asuntos y un tema transversal: Sinodalidad, dimensión social del evangelio, y cultura del encuentro. El tema transversal: centralidad de Jesucristo, Persona viva, misericordiosa, irreductible a conceptos o valores.

 

Existen muchos textos sobre sinodalidad, pero en su opinión, ¿cómo se puede atrapar lo esencial de la sinodalidad?

 

La sinodalidad es la dimensión dinámica de la comunión. Toda la pasión con la que en el pontificado de san Paulo VI, de san Juan Pablo II, de Benedicto XVI se habló sobre la comunión tiene su momento de verificación existencial, empírico y dinámico en la sinodalidad. Sinodalidad no es un fácil democratismo. Es comprender que todos somos corresponsables de la vida eclesial y que los problemas y retos de todos, entre todos los tenemos que entender y atender. Cuando la comunión se afirma sin sinodalidad se puede fácilmente confundir con homogeneidad y rigidez. Cuando la sinodalidad prescinde de la comunión, todo deviene en populismo eclesiástico. Ambas nociones son dos caras de una misma realidad: la Iglesia una que está en movimiento.

 

La renovación eclesial también pasa por la Doctrina social de la Iglesia (DSI) ¿de qué modo?

 

El Papa Francisco nos regala una nueva síntesis sapiencial de la DSI. Esta síntesis retoma mucho de la originalidad de la enseñanza de los papas del postconcilio y los radicaliza tomando como punto de referencia la persona viva de Jesús. La importancia del diálogo de san Paulo VI, la centralidad de la persona humana como camino para la Iglesia y para la sociedad de san Juan Pablo II, la caridad en la verdad de Benedicto XVI. La DSI de este modo se constituye no sólo como un bello capítulo de la “teología moral” sino como una “teoría crítica de la sociedad” capaz de mostrar que la Iglesia acompaña al mundo contemporáneo en sus preguntas, en sus cuestionamientos más profundos. Además, la Iglesia realiza este acompañamiento anunciando una Presencia constante, que no sólo ofrece salvación y liberación en el futuro metahistórico sino que la otorga desde el momento presente. Otra manera de decir esto mismo es afirmar que gracias al Papa Francisco, la DSI puede ser más que nunca entendida como el momento crítico-reflexivo de la Iglesia en movimiento. Es el pueblo de Dios que camina en la historia, que sufre, que lucha y que trabaja, el verdadero sujeto de la dimensión social del evangelio. La sabiduría práctica y discernida que surge de diversas experiencias de compromiso social cristiano, enriquece gradualmente el “corpus” de la DSI. Eso son “Laudato si´ “ y “Fratelli tutti”. Francisco discierne, con ayuda de los obispos y de la Iglesia toda, los nuevos caminos de desarrollo integral y de fraternidad que necesitamos para colaborar en la reconstrucción del tejido social de las naciones.

 

¿Cómo se constituye también la cultura del encuentro en un factor que muestra la renovación eclesial que promueve el Papa?

 

El Papa Francisco predica con el ejemplo. Se encuentra con todos porque de todos es posible aprender y porque a todos es posible anunciar la novedad del evangelio. Francisco saluda a Víctor Orban, Presidente de Hungría; dialoga con Gustavo Petro, candidato colombiano; escucha con atención a una pareja de transexuales; abraza a los matrimonios; se deja sorprender por las preguntas de los niños; alienta las pastorales de vanguardia; prefiere el riesgo de ser una Iglesia en salida que la comodidad burguesa de una Iglesia situada en la zona de confort. La cultura del encuentro así no es un eslogan sino un camino educativo, que entre otras cosas, ayuda a que las posturas extremistas se atenúen y redescubran un camino distinto al de la violencia.

 

El tema transversal del pontificado que usted menciona es la “centralidad de Jesucristo”. ¿Cómo la repropone el Papa Francisco?

 

Francisco repropone a Jesucristo como lo dicen los números 11 y 12 de Aparecida. Como “Evangelii gaudium” lo anuncia, es decir, sin moralismos blandos o crispados, sin el plácido conformismo de quien piensa que “todo está bien” en la vida de la Iglesia. Jesús es una Persona viva, no una teoría, no una ideología, no un ideal de decencia en tonos pastel. Jesucristo nos hace volver la mirada a la vida, a la realidad, a la concreción, para así rebasar el límite conceptual. Hace pocos días, el Papa le pidió en una cartita al Cardenal Müller escribir un libro sobre San Ireneo y las nuevas formas de gnosticismo. Espero de corazón que lo haga. El gnosticismo conservador, saturado de teorías de la conspiración y afectos neoliberales, y el gnosticismo liberal creyendo que toda moda presente es verdadera y justa, sin duda son reduccionismos que deforman el verdadero contenido de la fe. Jesús trasciende el desafío gnóstico y nos remueve a todos de nuestros nichos y ámbitos de seguridad. Jesús es hoy la mejor escuela para instalarse en el plano de lo real-real.

 

¿Cómo puede la Doctrina social de la Iglesia ayudarnos a comprender el impacto de la guerra en Ucrania en la región latinoamericana?

 

La Doctrina social de la Iglesia (DSI) es una “buena noticia” para la salvaguarda de lo auténticamente humano en toda circunstancia. Su estatuto sapiencial nos permite aprender, poco a poco, una mirada que abre horizontes en los momentos en que todo parece cerrado desde el punto de vista de la lógica del poder. En momentos de grave conflicto como el actual, creo que toda la DSI debe ser usada como “teoría crítica de la sociedad”. Esta expresión, tradicionalmente asociada a la Escuela de Frankfurt, desde mi punto de vista, le corresponde mejor a la DSI, gracias a su robusta antropología y a la filosofía y teología de la historia implícitas en ella. En la DSI no existe el optimismo iluminista de quienes creen en el mito del progreso indefinido, ni el pesimismo trágico, propio de quienes piensan que el mundo presente es enemigo de la fe. La DSI nos educa a mirar que el trigo y la cizaña conviven y que es preciso siempre realizar interpretaciones analíticas y diferenciadas, que vayan más allá del “blanco o negro” al que nos acostumbran las ideologías.

 

¿Qué principios de la DSI pueden ser más pertinentes para ayudarnos a mirar el escenario de guerra actual?

 

Dos cosas se me vienen de inmediato a la mente:  el Papa Francisco nos insiste en “Laudato si’” que “todo está conectado”. Y también nos enseña en “Evangelii gaudium” que el tiempo es superior al espacio. Ambas cosas son muy importantes frente a la coyuntura actual. La guerra en Ucrania es una herida no sólo para los ucranianos sino para toda la humanidad. Significa haber claudicado al diálogo y a la cultura del encuentro. En este tipo de confrontaciones todas las partes son perdedoras. Y todas las partes afectan al resto de la humanidad de un modo o de otro, no sólo por la gran interconexión económica y comunicacional contemporánea. Sino por la común humanidad que nos hermana y que nos invita a no dejar jamás a nadie tendido en el camino. Así mismo, una de las contribuciones más relevantes que la Iglesia puede hacer frente a la guerra es indicar que todos requerimos ingresar a un proceso, a un camino para reconstruir el tejido social herido, destruido, agotado. Lo importante es sembrar semillas de procesos que con el tiempo logren condiciones de desarrollo más dignas para todos. Las soluciones instantáneas no existen. Lo que se requiere es de una enorme paciencia para que las heridas cierren. Más aún, lo que se necesita es aprender, en cierto modo, de las cicatrices que queden, para que las nuevas generaciones no caigan en la fácil trampa de la violencia, del extremismo, de la unilaterialidad.

 

En un mundo en que “todo está conectado”, ¿cuales son las afectaciones más importantes, fruto de la guerra, que se pueden prever para América Latina?

 

La “guerra contra el COVID-19” parece desplazada por la guerra en Ucrania. Sin embargo, ambos fenómenos se superponen. El aumento de los precios del petróleo y del gas podrían hacernos pensar que los países petroleros latinoamericanos pueden resultar beneficiados en el escenario de guerra. Sin embargo, esto no es tan simple. En ocasiones el aumento del precio asociado a malas decisiones de política energética como optar por reducir la exportación de crudo para refinar más, hacen que algunos países, como México, disminuyan sus ingresos. En otros países, como Venezuela, el intercambio comercial real con Rusia es mínimo, a pesar de sus mutuos intereses de orden político. La capacidad exportadora de Venezuela ha caído 70% en los últimos años. Y en todo caso, Venezuela con su petróleo es rival, no aliado, de Rusia, que es el tercer productor de hidrocarburos del mundo. Por eso, Venezuela está más que abierta a vender petróleo a los Estados Unidos, dónde tiene colocada su esperanza. Los diálogos discretos pero efectivos de Estados Unidos con Maduro, por otra parte, debilitan a la oposición encabezada por Guaidó. De este modo, la nueva dinámica mundial comienza a repercutir en nuestro entorno latinoamericano. Si sumamos a ello, el aumento de los precios del trigo y del maíz, el desempleo y el aumento de pobreza a causa de la pandemia, es previsible un incremento en la tensión social de todos los países latinoamericanos. Cada uno con su propio proceso socio-político particular, pero todos hermanados en el dolor de la pobreza y en el sueño de que las cosas podrían ser de otro modo.

 

¿Qué cosas se vienen en la agenda latinoamericana en las próximas semanas y meses?

 

Hay tres cosas muy relevantes en los próximos días y semanas. El 13 de marzo habrán elecciones legislativas en Colombia y definición de los candidatos de las distintas coaliciones que buscarán la presidencia a finales de mayo. Claramente el candidato puntero para la primera vuelta es Gustavo Petro. Si no logra obtener más de la mitad de los votos, en la segunda vuelta las cosas podrían complicársele. Sergio Fajardo, exgobernador de Antioquía y Federico Gutiérrez, exalcalde de Medellín, son - al día de hoy - los rivales más importantes. El que quedara en segundo lugar tendría el reto de intentar sumar a todo el resto del espectro que no se identifica con Petro. Operación que requeriría acuerdos y negociaciones complejos en diversos niveles. El viaje del Presidente Santos a Washington no puede dejar de ser interpretado también en clave electoral. Un bloque de izquierda sinérgico entre Venezuela y Colombia pareciera ser parte de las preocupaciones de los Estados Unidos.

 

En Perú la crisis política se agudiza. La desconfianza social hacia las instituciones es enorme. El Parlamento tiene 82% de desaprobación y el Presidente 63%. En este contexto, los congresistas de oposición han lanzado una moción de vacancia que puede conducir a la destitución del Presidente. La desaceleración de la economía China afecta a Perú ya que es su socio comercial más importante. Las previsiones del FMI son más bien a la baja. Como siempre, los pobres son quienes pagan los más altos costos. El “milagro peruano” no existe más y la sensación de vivir en una “pesadilla” se extiende entre la población.

 

En Costa Rica, en abril habrá segunda vuelta entre el expresidente José María Figueres y el exministro de Hacienda Rodrigo Chaves. La abstención en la primera vuelta fue inusual, para los estándares costarricenses: más del 40%. Según las encuestas recientes Figueres tiene aproximadamente el 30% de las preferencias, Chaves el 50%.  Como en otros países, los indecisos serán determinantes al momento de la elección.

 

¿Cómo se está afrontando la plaga de la pederastia en América Latina?

 

En general, tengo la impresión que los obispos han entendido la política de “tolerancia cero” ante el problema del abuso sexual por parte de miembros del clero. La época de “la ropa sucia se lava en casa” está pasando. Nadie en la Iglesia puede sentirse en un paréntesis de privilegio frente a las exigencias de la justicia y del Derecho. La experiencia chilena ha cimbrado a todos. El CEBITEPAL e instituciones como la Universidad Pontificia de México han emprendido programas internacionales de formación para la atención de estos casos y para la prevención. Sin embargo, también hay que decir que la densa cultura clerical aún subsiste, por lo que es posible que aún existan segmentos eclesiales en los que el abuso pueda ocultarse con facilidad. El temor al escándalo, a tener más problemas, al escrutinio social fácilmente puede provocar que los superiores de comunidades de vida consagrada o los obispos puedan sentirse tentados a tomar decisiones imperfectas, que terminan resultando injustas. Además, hay que reconocer que existe ignorancia sobre los derechos que los fieles tenemos al interior de la sociedad y de la Iglesia y de los canales institucionales para afrontar este tipo de problemas. Aún falta una más amplia cultura de la prevención y de la atención de estos dramáticos casos. En lo personal, soy de la opinión que víctimas y victimarios requieren siempre ser atendidos con un triple enfoque: el propio del derecho (canónico y civil), el de la psicología, y el de la vida espiritual. Afrontar las cosas sólo desde uno sólo de estos aspectos, deja huecos graves en los que las personas quedan, en el fondo, aún más destrozadas.

 

¿El Papa Francisco mira con atención la coyuntura latinoamericana?

 

El Papa Francisco es latinoamericano. Ha aprendido a pensar la fe, pensando simultáneamente en el pueblo latinoamericano. La contribución que él hace hoy a la Iglesia universal es el modo cómo se vehiculan muchas de las riquezas de América Latina al bien común de la Iglesia toda. Por eso, por sus raíces y su identidad, por su historia personal y por su responsabilidad como Pastor universal, el Papa Francisco sigue con atención el caminar de la Iglesia en América Latina. El gran amigo del Papa, Alberto Methol-Ferré, soñaba con una “Patria grande”, con una nueva unidad latinoamericana en múltiples niveles. Y soñaba que la Iglesia es, como decía Balthasar, “cor mundi”, corazón del mundo. Hoy existen escenarios que Methol no imaginó. Sin embargo, el fondo de su intuición sigue siendo válido: una misma fe nos debe de ayudar a ser una Iglesia presente de manera pluriforme en el fondo de los diversos contextos nacionales colaborando a construir una nueva unidad regional. La fe es lo más real de lo real. Methol solía decir: “Nuestro punto de partida es una comunidad histórica concreta, llamada Iglesia. Nuestra certeza es que Cristo constituye el centro efectivo de la realidad histórica, y por ende la Iglesia Católica. Quienes no lo crean, pueden admitir racionalmente tal punto de partida como hipótesis de trabajo. Parecería [...] que un cientista social, de acuerdo con sus creencias convencionales, por principio no puede descartar a priori ninguna hipótesis, o hacer imposible la hipótesis de Cristo como centro de inteligibilidad de la sociedad y la historia [...] Para nosotros, cristianos, es más que una hipótesis, es lo más real de la realidad misma”. Creo sinceramente que para el Papa Francisco, esto también es así.

 

¿El sueño de la Patria Grande, tan querido para el Papa Francisco, sigue siendo posible?

 

Estoy convencido que el sueño de una “Patria grande” es necesario, por nuestro propio bien. El momento “ideal”, “totalmente terso”, para comenzar a construir unidad regional en América Latina nunca va a llegar.  Por esto, es preciso comenzar desde ya, con realismo, con paciencia, pero con decisión. La Iglesia, si es consciente de su misión como “sacramento de unidad de todo el género humano”, tendrá un papel decisivo en ello.  El proceso, con toda seguridad, será largo y se requerirán hombres y mujeres de visión amplia, generosos y persistentes. Déjame contar una lección del pasado de la que ya nadie se acuerda. El 6 de noviembre de 1947, Jacques Maritain, en la Ciudad de México, pronuncia el mensaje inaugural de la II Conferencia Internacional de la UNESCO. Ahí dice unas palabras, que “mutatis mutandis”, aplican también a esta cuestión: “eso que hoy es imposible, es sin embargo necesario” (...) “sin tal organización no puede concebirse el establecimiento de una paz justa y duradera. Síguese de ello que la primera obligación que incumbe a los hombres de hoy es trabajar con todas sus fuerzas para hacer posible lo que es necesario.” Que así sea.

 

Texto de la entrevista de Telam

 

"Una oportunidad para construir la Patria Grande" desde el Vaticano

Hernán Reyes, Télam

 

El mexicano Rodrigo Guerra López, analizó los nueve años de la elección de Jorge Bergoglio como el primer papa de la región en dos mil años de historia de la Iglesia y consideró, durante una entrevista con Télam, las características de su papado.

Guerra nacido en Ciudad de México en 1966, llegó a su cargo en julio de 2021 cuando fue designado secretario del organismo en el que este año también fue nombrada la argentina Emilce Cuda. Considera que el papado de Francisco presenta "una oportunidad para construir la Patria Grande", y llama a la dirigencia a seguir al pontífice en su discurso "contra la polarización extrema". Plantea, además, que en ámbitos políticos el papa argentino "es más citado que leído y puesto en práctica".

 

-Télam: Hace nueve años la Iglesia elegía al primer papa latinoamericano de la historia. ¿Qué trazos de ese origen se rastrean hoy en la figura de Francisco?

 

-Rodrigo Guerra López: Francisco es un papa que vive su ser latinoamericano las 24 horas al día. No se ha asimilado a la cultura-ambiente vaticana, sino que al contrario ha mantenido su perfil personal y pastoral, la paternidad que siempre había mantenido como pastor, y todo eso lo mantuvo sin haber sido absorbido por el aparato. Esto nos alecciona a los nuevos para que podamos continuar sirviendo sin renunciar a nuestras identidades. El papa ha mantenido su identidad latinoamericana, a la que muestra en su dinamismo. Es un hombre que está profundizando y madurando en muchas de sus convicciones de antes. Hay cosas que él ya había hablado como arzobispo de Buenos Aires y ahora las profundiza, o que encuentra fórmulas pedagógicas más asequibles. El papa es un hombre en proceso, él se define e invita a los demás a definirse como "personas de pensamiento incompleto".

 

-T: En varios discursos el papa habló de la integración regional. ¿Cómo ve usted desde la Comisión Pontificia para América Latina (CAL) que ese impulso papal puede ayudar a la construcción de la denominada Patria Grande?

 

-RGL: Ya mismo hay que promover la integración regional a todo nivel. Si esperamos a que las cosas estén menos tensas vamos a llegar al próximo siglo y no vamos a haber hecho nada. El sueño de una Patria Grande, de una región que, preservando sus diferencias, logre encontrar una forma más sinérgica de colaborar y de defender sus intereses geopolíticos, es una prioridad. No solo a nivel ético, sino a nivel pragmático. Solo una América Latina fuerte y unida puede enfrentar los desafíos comerciales de la nueva realidad económica real y financiera, que imponen una serie de fuerzas tan grandes que si la región está dividida no puede afrontar. Por ejemplo, el problema de la deuda externa. Qué distinto sería que tuviéramos una unidad latinoamericana para contratar y pagar deuda en bloque. La CAL, con ayuda del papa, tratará de estimular acciones que ayuden a que la Iglesia facilite los procesos de diálogo para que la unidad latinoamericana pueda ser más visible y efectiva. Y este pontificado es una oportunidad que no hay que dejar pasar para esa construcción. América Latina tiene una enorme fragilidad si se mantiene dividida.

 

-T: ¿Cómo se para la CAL ante la creciente latinoamericanización de Estados Unidos, a raíz del reciente encuentro que organizaron para acercar al papa al público de ese país?

 

-RGL: La CAL tiene el nombre de América Latina no por una región geográfica sino por un fenómeno cultural que somos los latinoamericanos. Parte de nuestro horizonte está donde están los latinoamericanos, como Estados Unidos y Canadá. Por eso parte de nuestro plan de acción para los próximos años será el estimular el diálogo Norte-Sur a nivel de Iglesias, de sociedades, de académicos, de inmigrantes. Debemos realizar el viejo sueño de Juan Pablo II, de una América más fraterna y más colaborativa. Una sola región geopolítica, que se reconoce hermanada por la historia, la Tierra y que requiere de mayor unidad para poder interactuar con el resto de las regiones del mundo. Esta geopolítica pontificia no es una chabacanería, es en el fondo lo que puede ayudar a nuestras regiones a no vivir siempre siendo objeto de sacrificios por parte de los poderosos. Si algo padece América Latina es la división y la fragmentación. Se requiere una región más unida y con una colaboración solidaria con los países que están más al Norte.

 

-T: El papa ha insistido mucho también en su lucha contra la polarización creciente. ¿Es otro tema para el que la región debe tenerlo en cuenta?

 

-RGL: En 2020 Francisco escribió su encíclica Fratelli tutti, en la que nos llama a superar la tentación de la polarización y del extremismo de izquierda o de derecha que hoy está fracturando tanto las sociedades. Es una vergüenza que en América Latina estemos tan divididos. El extremismo siempre ha existido: el peligro ahora es que devore al centro, que es la geografía política que siempre ayuda a procesar pacíficamente las controversias más extremas. Cuando el centro es muy reducido es que se acercan los escenarios de violencia. Y Francisco en eso es una gran esperanza para la región si lo seguimos desde la conducta comunitaria, especialmente desde la política.

 

-T: ¿Cómo se ve desde su lugar de nexo entre el Vaticano y la región la proliferación de referencias al papa en la dirigencia política?

 

-RGL: Francisco es más citado que leído en la política. Es el problema de la cultura del post, de la frase pequeña, de sacar una cita para decorar nuestros discursos y creer que así ya estamos en la línea del papa Francisco. Hay que superar eso: los puros fragmentos no nos permiten ver la riqueza del todo. Un desafío es cómo los políticos pasan de la cita al hecho: de citarlo a ponerlo en práctica.

 

Y ahí yo distinguiría entre los nacidos antes de los años 90, por ejemplo y los posteriores. Los que estamos acercándonos a la denominada tercera edad creemos que ya entendemos todo muy bien y que nuestro único papel es enseñar. Así es muy difícil ayudar al político mayor de 40 años a descubrir que debe abrirse y valorar positivamente a su adversario.

 

En las nuevas generaciones veo más esperanza, porque el gran desencanto que generó entre los jóvenes el fracaso social y cultural de la generación de los adultos, y que se llamó como la crisis de la modernidad, les permitió al menos darse el permiso de experimentar nuevos caminos.Es donde hay que apostar, a esa nueva generación de jóvenes políticos. Y ahí es donde entra la última encíclica del papa, Fratelli tutti, que creo que es ante todo un método de educación política para jóvenes.

 

En América Latina necesitamos sentirnos más orgullosos de nuestro papa latinoamericano. A veces los latinoamericanos, por alguna cuestión histórico cultural, no apoyamos tanto a los nuestros y es muy importante no solo cuando alguien destaca, sino cuando sirve a la humanidad entera que lo valoremos en plenitud. Creo que si hace falta que lo apreciemos más, y no solo a nivel de admiración intelectual, que es lo menos importante, sino que lo sigamos.

 

"EL PAPA DIBUJA UNA HOJA DE RUTA PARA NUESTROS PUEBLOS"

Desde su oficina en la Via della Concilliazione, a cargo del organismo tras ser designado por el papa en julio pasado, Guerra aseguró que en sus visitas a la región Francisco vio cómo "los jóvenes son un lugar privilegiado para constatar el cambio de época", al tiempo que destacó la atención del pontífice hacia las personas privadas de su libertad y las mujeres latinoamericanas, a partir de la idea papal de que "sin lo femenino es imposible comprender cabalmente a la Iglesia".

 

-Télam: En las visitas que el papa hizo a la región se mantienen constantes sus encuentros con jóvenes latinoamericanos ¿Cómo lo ve?

 

-Rodrigo Guerra López: Ha visitado países como Brasil, Ecuador, Bolivia, Paraguay, Cuba, México, Colombia, Chile, Perú, Panamá... en todos los casos Francisco ha buscado animar a los jóvenes. Lo hace convencido de que los jóvenes son un "lugar" privilegiado para constatar el "cambio de época" y para encontrar las energías para que este cambio se oriente con esperanza, con criticidad, y con un renovado horizonte de futuro. En Cuba, por ejemplo, Francisco insistió a los jóvenes que "no pierdan nunca la capacidad de soñar". Esta no es una frase cándida: con plena conciencia de las dificultades que viven los hombres y mujeres en Cuba, invita a no cancelar la posibilidad de imaginar nuevos escenarios personales y colectivos para los habitantes de la Gran Isla del Caribe. En otros momentos, ha invitado a "hacer lío", es decir, a correr el riesgo de desafiar la cultura caduca y agotada innovando, saliendo de sí, construyendo experiencias de nueva fraternidad y justicia.

 

-T: También ha reservado sus momentos de encuentro con personas privadas de la libertad durante sus viajes a la región...

 

-RGL: Francisco no deja de abrazar a quienes más heridos se encuentran, como lo son los reclusos en centros penitenciarios. Muchos de ellos han sido criminales o delincuentes. Muchos de ellos han tocado fondo. Y precisamente con ellos busca anunciar que sólo la misericordia salva. Gracias a estos gestos, Francisco cuestiona mi conciencia burguesa, moralista. Mi conciencia que tiende a mantenerse en una zona de confort. Francisco así dibuja como una hoja de ruta para nuestros pueblos de América Latina: opción por los jóvenes y por los más excluidos para sanar nuestras sociedades de raíz y no de manera meramente cosmética.

 

-T: Francisco muchas veces ha destacado el rol de la mujer latinoamericana en la historia. ¿Cómo se lee eso desde el Vaticano?

 

-RGL: El papa Francisco, por ejemplo, en Paraguay, habló de las valientes mujeres que con gran valor y abnegación supieron levantar un país derrotado, hundido, por una guerra inicua. Y lo supieron hacer siendo memoria, esperando contra toda esperanza, y formando nuevas generaciones que pudieran caminar hacia delante.

 

-T: ¿Y en el contexto actual?

 

-RGL: También para Francisco, la mujer latinoamericana es "lugar" privilegiado del "cambio de época" y fuente de energías renovadas para tener una nueva sensibilidad personal y social. Es como si el Papa nos dijera que sin el aporte femenino, nadie puede lograr ser pertinente ante el desafío de la nueva cultura aveniente, que en buena medida es "femenina". Es también como si el Papa nos dijera que sin lo femenino, es imposible comprender cabalmente a la Iglesia. La Iglesia es mujer y madre, nos ha dicho el papa hace no mucho. Una Iglesia interpretada unilateralmente desde un paradigma puramente masculino y masculinizante termina siendo una superestructura deforme, que eclipsa el verdadero plan de Dios en la historia.