La política es una de las formas más elevadas de la caridad, porque sirve al bien común (Papa Francisco)

02/10/2017
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Catedral Bogotá

 

Del 1 al 3 de diciembre de 2017 tendrá lugar en Bogotá un importante evento inédito: "El encuentro de católicos que asumen responsabilidades políticas al servicio de los pueblos latinoamericanos", organizado conjuntamente por la Comisión Pontificia para América Latina y el CELAM, con el beneplácito y aliento del Santo Padre Francisco.

Tres expresiones del papa Francisco dan el cuadro general de este Encuentro:

- “La política es una de las formas más elevadas de la caridad, porque sirve al bien común” (Papa Francisco, 16.IX.2013).

- “Muchas veces hemos caído en la tentación de pensar que el laico comprometido es aquel que trabaja en las obras de la Iglesia y/o en las cosas de la parroquia o de la diócesis y poco hemos reflexionado cómo acompañar a un bautizado en su vida pública y cotidiana; cómo él, en su quehacer cotidiano, con las responsabilidades que tiene, se compromete como cristiano en la vida pública” (Papa Francisco,19.III.2016).

- “¡Ruego al Señor que nos regale más políticos a quienes les duela de verdad la sociedad, el pueblo y la vida de los pobres! Es imperioso que los gobernantes (…) levanten la mirada y amplíen sus perspectivas, que procuren que haya trabajo digno, educación y cuidado de la salud para todos los ciudadanos. ¿Y por qué no acudir a Dios para que inspire sus planes?” (Papa Francisco, Exhortación apostólica Evangelii Gaudium, n. 205).

 

 Los organizadores han definido como objetivo principal de este Encuentro el "intercambio de experiencias, testimonios y reflexiones sobre la experiencia de laicos católicos que asumen responsabilidades políticas al servicio de los pueblos latinoamericanos, convocados en sede eclesial". Y como objetivos derivados han señalado los siguientes:

1.      Poner a la Iglesia, y en especial a sus pastores, en actitud de escucha ante las situaciones y  necesidades que viven los católicos con responsabilidades políticas;

2.      buscar las modalidades más adecuadas para acompañarlos, sostenerlos y alimentarlos en ese compromiso;

3.      alentar, desde la distinción entre comunidad eclesial y comunidad política, una mayor participación de los laicos comprometidos en la vida política en la comunión y misión de la Iglesia y

4.      alentar una mayor atención a sus necesidades por parte de las comunidades cristianas y sus pastores.

Una serie de criterios guiarán su realización:

1.      Tener presente la contribución original de los católicos en la vida pública, en el cuadro del diálogo democrático y el pluralismo político.

2.      Plantear la inculturación de la doctrina social de la Iglesia – dignidad de la persona, subsidiariedad y solidaridad - en el contexto latinoamericano.

3.      Considerar el impacto, las interpelaciones y las enseñanzas del primer papa latinoamericano sobre la incidencia del Evangelio en la vida personal y familiar, así como en el  cuidado de la casa común y su construcción según justicia y fraternidad.

4.      “Reconocer que el laico por su propia realidad, por su propia identidad, por estar inmerso en el corazón de la vida social, pública y política, por estar en medio de nuevas formas culturales que se gestan continuamente, tiene exigencias de nuevas formas de organización y de celebración de la fe” (Carta del papa Francisco al Card. M. Ouellet).

5.      Educar al reconocimiento mutuo y al diálogo, en la comunión eclesial, de católicos con diferentes opciones políticas.

6.      Estudiar las más adecuadas y eficaces modalidades de suscitar y formar nuevas generaciones de dirigencias políticas entre los católicos.

 

Se espera la participación de un centenar de personas, entre las cuales 20 Prelados (Cardenales y Obispos) y unos 80 dirigentes católicos que asumen responsabilidades políticas de alto nivel, entre los cuales ya han anunciado su presencia Ex-Presidentes, Cancilleres, otros Ministros de Gobierno, Senadores y Diputados, Gobernadores y Alcaldes, Dirigentes nacionales de Partidos Políticos, de los diversos países latinoamericanos, respetando un espectro plural.

 

El Encuentro será presidido por los Cardenales Marc Ouellet y Rubén Salazar Gómez - Presidentes de la CAL y el CELAM -, quienes introducirán el evento, para después presentar el video-mensaje que el Santo Padre Francisco enviará especialmente para esta ocasión. La primera mañana del encuentro prevé dos Conferencias: la del Dr. Guzmán Carriquiry Lecour - Secretario encargado de la Vice-Presidencia de la CAL - sobre las "Prioridades y desafíos de la política en América Latina, a la luz del Magisterio del papa Francisco y del Episcopado Latinoamericano" y la del Arzobispo Mons. Richard Paul Gallagher, Secretario para las Relaciones con los Estados (de la Secretaría de Estado de la Santa Sede), quien estará presente a todo el Encuentro, sobre “El servicio de la Sección para las relaciones con los Estados a los laicos que asumen responsabilidades políticas al servicio de los pueblos latinoamericanos”.

 

La segunda jornada se concentrará en torno a dos paneles fundamentales: El primero tiene como título:  ¿Qué le dicen los políticos a los pastores y a las comunidades cristianas? Es decir, ¿Qué necesidades, qué posibilidades y qué límites advierten los católicos para dar testimonio de su fe en ámbitos políticos y para contribuir como católicos al bien común? ¿Cuáles exigencias sienten a nivel del crecimiento de la fe, de la espiritualidad, de su conocimiento y aplicación de la Doctrina Social de la Iglesia? ¿Cuáles son las implicaciones y responsabilidades éticas en el ejercicio del poder? ¿Qué le piden y qué esperan de las comunidades cristianas y sus pastores?  

 

El segundo panel  tiene como título: ¿Qué le dicen los Pastores a los políticos? Es decir, ¿Qué aconsejan y proponen los Obispos a los católicos con responsabilidades políticas? ¿Cómo los ayudan a crecer en la fe al interior mismo de su praxis política? ¿Cuál es su servicio de acompañamiento y discernimiento? ¿Cuáles son las modalidades eclesiales de formación de cristianos con vocación política?

 El programa del Encuentro reserva unas horas para que los políticos presentes compartan algunas experiencias y contribuciones como católicos en temas de vida y familia, educación, desarrollo e inclusión social, migraciones, corrupción, etc.

 

Finalmente, habrá otras dos importantes conferencias sobre: ¿Cuáles han de ser las características fundamentales del testimonio y la acción del católico en la política, a la luz del magisterio del papa Francisco y del servicio a los pueblos latinoamericanos? y ¿Cómo formar una nueva generación de católicos en la vida política?

 

A continuación se transcriben sólo las respuestas referidas a ese Encuentro,  que el Dr. Guzmán Carriquiry Lecour ha dado al periodista Alver Metalli para el blog “Tierras de América”.

 

El título ya suena como un programa: “Encuentro de católicos con responsabilidades políticas al servicio de los pueblos latinoamericanos”. La firma de los organizadores, la Comisión Pontificia para América Latina y el Consejo Episcopal Latinoamericano, pone en evidencia el sello oficial y permite deducir – casi con certeza – quién sugirió la idea.

 

“Por supuesto que el Papa Francisco ha sido consultado desde la génesis misma de esta iniciativa, que él mismo sigue con mucha atención y alienta” confirma el profesor Guzmán Carriquiry, vicepresidente de la CAL y principal referente del congreso colombiano. “Acaba de asegurarnos que no faltará su mensaje audio-visual al comienzo del Encuentro. Y esto también llama la atención. Fue el mismo Papa Francisco quien escogió como tema de la Asamblea plenaria de la CAL, que se celebró en marzo de 2016 en el Vaticano, el tema: “El indispensable compromiso de los laicos en la vida pública de los países latinoamericanos”. Y poco tiempo después de concluida, el 13 de marzo de 2016, escribió de puño y letra al Cardenal Marc Ouellet –Presidente de la CAL- , una carta de suma importancia, en la que arremete nuevamente contra el “clericalismo”, que tanto peso sigue teniendo en las Iglesias de América Latina. “Muchas veces”, escribe el Papa en la carta, “hemos caído en la tentación de pensar que el laico comprometido es aquel que trabaja en las obras de la Iglesia y/o en las cosas de la parroquia o de la diócesis y poco hemos reflexionado cómo acompañar a un bautizado en su vida pública y cotidiana; cómo él, en su quehacer cotidiano, con las responsabilidades que tiene se compromete como cristiano en la vida pública. Sin darnos cuenta, hemos generado una elite laical creyendo que son laicos comprometidos solo aquellos que trabajan en cosas “de los curas” y hemos olvidado, descuidado al creyente que muchas veces quema su esperanza en la lucha cotidiana por vivir la fe. Estas son las situaciones que el clericalismo no puede ver, ya que está muy preocupado por dominar espacios más que por generar procesos. Por eso, debemos reconocer que el laico por su propia realidad, por su propia identidad, por estar inmerso en el corazón de la vida social, pública y política, por estar en medio de nuevas formas culturales que se gestan continuamente tiene exigencias de nuevas formas de organización y de celebración de la fe”.

Ciertamente resonaban en el corazón de Papa Francesco aquellas expresiones del discurso inaugural del Papa Benedicto XVI en la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Aparecida – retomadas en el documento conclusivo – cuando advertía “la notable ausencia en el ámbito político (…) de voces e iniciativas de líderes católicos de fuerte personalidad y de vocación abnegada que sean coherentes con sus convicciones éticas y religiosas”. Basta pasar revista a las dirigencias políticas y de gobierno de las últimas décadas en América Latina. Por cierto no faltan testimonios ejemplares, pero como francotiradores aislados. ¿Cómo es posible en una región con más del 80% de católicos bautizados en la Iglesia Católica, con pueblos de arraigado sustrato cultural en la tradición católica?

 

¿Cuáles son las razones de esta convocatoria de políticos católicos y por qué considera que es necesario un encuentro de este tipo, que hasta hoy no tiene antecedentes?

 

Hay que tener muy en cuenta, por una parte, que América Latina está siendo atravesada por una onda larga de general descrédito de las instancias políticas por parte de los pueblos, de desfonde de las estructuras tradicionales de los partidos políticos, de ausencia de grandes horizontes y proyectos en la vida política, de altos niveles de corrupción. Un país tan decisivo para toda América Latina como Brasil hace tiempo que está viviendo una situación de profunda incertidumbre. Se corre en muchas partes el riesgo de aventurerismos peligrosos.  Por otra parte, ¡cómo no constatar la contradicción entre la profunda empatía y entusiasmo que suscita en nuestros pueblos el primer Papa latinoamericano y las situaciones de graves dificultades, con altas dosis de incertidumbre, a veces de desaliento e impotencia, otras de regresión social e incluso de autocracias deplorables por las que está pasando América Latina! Nuestras naciones e Iglesias deberían ponerse, de manera urgente y apasionada,  a la altura de todas las exigencias y responsabilidades en que la Providencia de Dios las ha colocado.

 

Usted ha considerado necesario dejar en claro que el propósito del congreso de Bogotá no es “dar vida a un bloque político católico en América Latina” ni tampoco “restaurar un partido de inspiración cristiana”. ¿Cuál es, entonces, la idea de base?

 

Insisto en que la finalidad de fondo de este Encuentro no es política en sentido estricto. Es eminentemente pastoral. Quiere suscitar un intenso intercambio de experiencias, testimonios y reflexiones sobre la experiencia de laicos católicos que están muy presentes en la escena política de nuestros países y poner a los Pastores, y a través de ellos a las comunidades cristianas, en actitud de escucha ante las necesidades y situaciones que estos políticos tienen que afrontar diariamente, buscando las modalidades más adecuadas para acompañarlos, sostenerlos y alimentarlos en ese compromiso. Es obvio que todo se dará en el marco del magisterio del Papa Francisco y en el contexto de los grandes desafíos que plantean la identidad, unidad e integración de América Latina, la custodia de la vida, del matrimonio y de la familia, la importancia de la educación como bien público, el crecimiento económico con equidad y justicia, la inclusión de los sectores marginados y “descartados”, las políticas del pleno empleo, la rehabilitación de la dignidad de la política y de la participación popular, el cuidado de la casa común en su ecología humana y ambiental, la lucha contra el narcotráfico, corrupciones y violencias, la construcción de la reconciliación y la pacificación, las convergencias nacionales y populares para apuntar al bien común de nuestros pueblos. Tenemos también obviamente muy claras otras dos premisas fundamentales: la distinción entre la Iglesia y la comunidad política – la misión de la Iglesia no es la de ser antagonista o capellana de regímenes políticos, ni ofrecer un “recetario” para los problemas de la comunidad política -, y en segundo lugar el hecho de que la libertad y responsabilidad de los laicos en el mundo de la política ciertamente deben ser coherentes con su fe, pero sin esperar consignas eclesiásticas.

Sin embargo, cabría agregar a su pregunta que en tiempos de desconcierto después de la desintegración del mundo bipolar, se clausuraron los dos cauces políticos que habían sido predominantes en el compromiso de los católicos. Se agotó culturalmente y se disolvió políticamente la corriente social-cristiana, debilitándose mucho su perfil y significación (hoy exige una refundación), y entró en colapso la constelación de “cristianos para el socialismo” (y el socialismo requeriría también una radical refundación teórica y política, por el momento inexistente). Los católicos quedaron en una diáspora y en consecuencia actualmente tienen muy escasa relevancia e influencia.

 

Daría la impresión de que usted se refiere a un camino distinto al de los evangélicos en diversos lugares de América Latina. Ellos – pienso en los brasileños, los chilenos y los colombianos – se están compactando en una fuerza política e intentan – con cierto éxito – condicionar los equilibrios parlamentarios en sus respectivos países.

 

Sí, es un camino diverso. Es claro que la Doctrina Social de la Iglesia no ha pretendido nunca transformarse y traducirse en una ingeniería social pre-fabricada, con la pretensión de formular “soluciones concretas, y menos soluciones únicas, para cuestiones temporales que Dios ha dejado al juicio libre y responsable de cada uno”.   Por otra parte, hay puntos irrenunciables para el compromiso de los católicos en la vida pública. No es que los católicos puedan asumir cualquier tipo de opción, porque hay algunas que contradicen la fe que profesan. No todas las concepciones de la vida tienen igual valor. Una concepción relativista del pluralismo no tiene nada que ver con la legítima libertad de los ciudadanos católicos de elegir, entre las opiniones políticas compatibles con la fe y la ley moral natural, aquella que, según el propio criterio, se conforma mejor a las exigencias del bien común.  Los católicos tienen que saber reconocer cuáles son los puntos firmes y las posiciones comunes que deben compartir en las cuestiones sociales que ponen en juego opciones éticas fundamentales, o en momentos en que lo requiere el bien supremo de la nación, o ante coyunturas de la vida eclesial que impongan una indicación de prudencia que sea unitaria. También deben discernir y reconocer que una misma fe puede conducir a compromisos y opciones diversas ante una diversidad de circunstancias y una pluralidad de interpretaciones y caminos para la búsqueda del bien humano y social.

Sin embargo, hoy día también es importante reafirmar una tensión hacia la unidad entre los católicos que operan en los diversos ámbitos de las democracias. Es muy mal síntoma que los católicos que asumen responsabilidades políticas, empresariales, sindicales y en otros campos de la vida pública, no sientan la necesidad y la exigencia de encontrarse, y encontrarse porque están unidos por algo que importa mucho más radical y totalmente que las diferentes vinculaciones y opciones que se pueden adoptar legítimamente en dichos ámbitos.

 

Pluralidad de interpretaciones y de caminos, y tensión hacia la unidad. ¿No se contradicen ambas cosas?

 

Si se pertenece a un misterio de comunión, más profundo, decisivo y total que los mismos vínculos de sangre, con mayor razón esta pertenencia es anterior y preeminente a cualquier legítimo pluralismo temporal entre los católicos. La fragilidad y reducción de esa experiencia de pertenencia a la comunión eclesial hace que la Iglesia ya no sea el lugar de donde proceden, se verifican y alimentan los criterios que iluminan los propios comportamientos y opciones de los laicos en la vida pública. Solo la experiencia de la comunión – no el aislamiento o la diáspora en el mundo – genera e irradia libertad y originalidad ante las presiones del ambiente. Si no, predominan los reflejos ideológicos, los prejuicios de determinadas estructuras mentales o los intereses dominantes en diversos sectores sociales. Por el contrario, la experiencia de comunión – cuya fuente y ápice es la Eucaristía – tiene que dilatarse como unidad sensible, manifiesta, de los cristianos en todos los ambientes de la convivencia humana. Cuanto más presentes están los cristianos en las “fronteras” de la política, la ciencia, la cultura, la lucha social, cuanto más impactados y cuestionados se encuentran por desafíos complejos, cuanto más abiertos al diálogo, a la colaboración y a la confrontación con gentes de muy diversas creencias e ideología, más deben estar vitalmente, intelectualmente y espiritualmente arraigados en el concreto cuerpo eclesial.  La adhesión a la unidad en lo esencial – es decir, la plenitud de la fe católica, en toda su verdad y en todas sus dimensiones – y la tensión a la unidad en los diversos ámbitos de la vida pública – para dar testimonio de la comunión a la que todos los hombres están llamados – permite superar los círculos viciosos entre quienes pretenden atribuir exclusivamente a sus propias opciones contingentes el carácter de católico y quienes caen en pluralismos disgregantes caracterizados por el relativismo cultural y moral.

 

¿Podría explicar cuál es la idea de católico en política que tiene el Papa Francisco?

 

Bastaría releer las homilías del arzobispo Jorge Mario Bergoglio en ocasión de los “Te Deum” anuales en su catedral de Buenos Aires (¡recuerdo una sobre las bienaventuranzas para los políticos!) y sacar las conclusiones en esta materia de la Exhortación Apostólica “Evangelii Gaudium” cuando se refiere a “la dimensión social de la evangelización”, y de la encíclica “Laudato sì”.

Hacen falta políticos que con su testimonio y acción ayudan a rehabilitar la dignidad de la política, que no anteponen sus intereses personales al bien común y por eso no caen en la corrupción, que sienten pasión por su propio pueblo y viven en medio de la gente, compenetrados con sus sufrimientos, anhelos y esperanzas, que saben reconocer y tocar las fibras profundas de su historia, cultura y religiosidad y la importancia capital de la vida matrimonial, familiar e intergeneracional.

Son buenos políticos para el Papa Francisco aquellos que afrontan la realidad desde la situación y con la mirada de los pobres, que apuntan a políticas inclusivas de “techo, tierra y trabajo” para todos, que conocen la complejidad de las cuestiones y por eso no se dejan arrastrar por la facilonería y la demagogia, que tienen la competencia y el olfato para discernir las coyunturas concretas pero colocadas dentro un horizonte y proyecto de esperanza, que están siempre abiertos al diálogo a 360 grados y que son operadores de “amistad social” en el tejido democrático para favorecer las convergencias nacionales y populares más amplias posibles en pos del bien común. Y, en nuestro caso, que no se encierran en las propias fronteras sino que llevan en su corazón e inteligencia un destino solidario con la “Patria Grande” latinoamericana. Hace no mucho tiempo me pareció importante escribir que “se necesita una traducción libre y audaz, como proyecto histórico, como ‘política’ en el más noble y amplio sentido del término, de todo lo que significa y aporta el actual pontificado”. Quienes repiten absurdas acusaciones sobre el “populismo” del Papa, o son tontos o malintencionados.