Hacia el V Encuentro de hispanos

Hispanos católicos de los Estados Unidos se reunirán para reflexionar sobre los dones y retos que implica ser hispano y miembro de la Iglesia estadounidense.

Mario J. Paredes
10/10/2017
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Tras bambalinas, este proceso ha estado en curso desde 2014. Pero este año, los hispanos católicos de todo Estados Unidos han sido convocados para participar activamente en un proceso medular y cuidadosamente diseñado para reflexionar sobre los dones y retos que implica ser hispano y miembro de la Iglesia estadounidense. Más que un proceso, se trata de un exigente y gratificante camino de fe que culminará en Grapevine, Texas, del 20 al 23 de septiembre de 2018, cuando se celebre el V Encuentro, la quinta convocatoria nacional de los hispanos católicos de Estados Unidos. Se espera la asistencia de al menos 3,000 personas, desde obispos hasta feligreses comunes.

Este modelo de consultación de los fieles hispanos —experiencias exploratorias a nivel parroquial que se procesan y estudian a nivel diocesano para ayudar a definir la agenda y las sesiones de trabajo del V Encuentro— se desarrolló por primera vez en el I Encuentro (1972) y, luego, se afinó en el II Encuentro (1977) y en el III Encuentro (1985). (El IV Encuentro de 2000 fue una cumbre multiétnica).    

Estas deliberaciones, generadas a nivel popular y reportadas a la alta jerarquía de la Iglesia estadounidense, son una magnífica y poderosa herramienta para despertar y estimular la autoconciencia de los hispanos católicos de Estados Unidos, a quienes se les invita a expresar sus esperanzas, alegrías y sufrimientos como miembros de la Iglesia de este país y de la sociedad en general. La idea del I Encuentro surgió como respuesta al llamado del Concilio Vaticano II a la comunidad laica para que tuviera una participación más activa en la definición y profundización de su fe; otro factor clave en este sentido fue la encíclica Evangelii nuntiandi (La evangelización en el mundo moderno) del papa Paulo VI, la cual enfatizaba el deber de todos los miembros de la Iglesias para asumir la responsabilidad de la evangelización.

Ese llamado —para que los hispanos se conviertan en agentes responsables en la evangelización de sus compañeros hispanos y de personas de cualquier etnia— es también el impulso fundamental del V Encuentro, toda vez que se nutre de la pregunta esencial: «¿Cuáles dones tienen los hispanos católicos para ofrecerle a la Iglesia de Estados Unidos en general?».

Ni bien así, el panorama de la Iglesia y la sociedad ha cambiado dramáticamente. A principios de la década de 1970, la comunidad hispana de Estados Unidos no alcanzaba los 15 millones de personas. Actualmente, su número ronda los 56 millones. Es triste reconocerlo, pero ese crecimiento de la población hispana no se ha reflejado en un aumento paralelo dentro de la comunidad hispana católica de este país; ni tampoco esta comunidad ha logrado integrarse por completo a la Iglesia católica de Estados Unidos: cierta segregación y falta de representación de los fieles hispanos sigue siendo una dolorosa realidad en la vida católica contemporánea de Estados Unidos.

Es difícil negar el éxito que otras Iglesias cristianas han tenido al saberse ganar los corazones y las mentes de los hispanos católicos, muchos de los cuales terminan dándole la espalda a su herencia católica. Acaso sea así por los intensos esfuerzos de reclutamiento que estas otras Iglesias suelen llevar a cabo, y si al final rinden frutos, es porque las mismas cuentan con agentes pastorales bien capacitados y preparados, mismos que acuden proactivamente a donde están los creyentes comunes, ofreciéndoles beneficios tanto espirituales como sociales. Actualmente, de esa población total de 56 millones de hispanos en Estados Unidos, sólo 30 millones de ellos se identifican como católicos.

Esas otras Iglesias —muchas de las cuales son congregaciones pequeñas basadas en el estudio de la Biblia— también saben reconocer el talento y, por lo mismo, promueven rápidamente el liderazgo hispano en todos los niveles de su jerarquía, desde las bases hasta la cúpula. Es evidente que la Iglesia católica de Estados Unidos tiene aún un camino muy largo por recorrer antes de que la composición de su jerarquía llegue a reflejar la realidad demográfica. Aun cuando los hispanos católicos representan más de la tercera parte de todos los católicos estadounidenses, hay sólo 40 obispos hispanos de entre los más de 440 prelados activos y retirados; sólo dos de ellos son arzobispos y únicamente cinco son diocesanos ordinarios. Aún más: de los 450,000 sacerdotes católicos que hay en Estados Unidos, sólo tres por ciento es de origen hispano.

El V Encuentro tendrá lugar en este contexto adverso y ofrecerá soluciones estratégicas al respecto. Su «principal objetivo», según se lee en la guía preparada por la Conferencia de los Obispos Católicos de Estados Unidos, «es discernir la manera en que la Iglesia de Estados Unidos puede responder mejor a la presencia hispana/latina, y fortalecer los canales mediante los cuales los hispanos/latinos responden a la convocatoria de la Nueva Evangelización como discípulos misioneros al servicio de toda la Iglesia».

Entre los objetivos clave del V Encuentro está el de desarrollar formas, dice la guía, «para identificar y promover oportunidades para los líderes pastorales hispanos a fin de que sirvan en posiciones de liderazgo en la Iglesia y la sociedad en general» y «estimular una nueva ola de formación de la fe y desarrollar iniciativas de liderazgo que preparen a los hispanos católicos a compartir y celebrar la Buena Nueva de Jesucristo y convertirse en levadura del Reino de Dios en la sociedad». 

Ciertamente, los dos ejes de la renovación del catolicismo hispano en Estados Unidos —acceso al liderazgo y reconocimiento de los dones espirituales específicamente hispanos que pueden servir a la Iglesia en general— van de la mano. El primero se gana, o debería producirse como consecuencia natural del segundo, cuya esencia se capta en el tema oficial del V Encuentro: «Discípulos misioneros: testigos del amor de Dios». 

Tales son los dones del catolicismo hispano: está dotado para transformar finalmente el anglo-catolicismo y ayudar a la Iglesia estadounidense en general a superar la división liberal-conservadora que ha distraído a los fieles de los fundamentos de la experiencia de fe que se basa en la parroquia, en la adoración simple, en la integridad de la vida familiar y en la construcción de una auténtica vida comunitaria.

Al enfrentar los formidables desafíos que entraña el V Encuentro se obtendrán enormes beneficios, especialmente a partir de otro factor decisivo que ha modificado el panorama desde el último Encuentro: la elección del papa Francisco como el primer pontífice latinoamericano. El suyo es un estilo de liderazgo claramente distinto, uno con tintes evidentemente latinos, toda vez que se ha caracterizado por un declarado énfasis en los aspectos pastorales y con un toque doctrinal más mesurado.

Asombrosamente, el papa Francisco —cuando aún era el cardenal Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires y miembro de la Comisión Pontifical para América Latina— fue el principal arquitecto de las deliberaciones del CELAM en 2007, la quinta asamblea plenaria de obispos latinoamericanos, todos los cuales se reunieron entonces en Aparecida, Brasil. Esa conferencia, planeada por San Juan Pablo II e inaugurada por el papa Benedicto XVI, se centró en los logros del trabajo misionario en Latinoamérica: el poder del amor cristiano para transformar sociedades completas. Éste es, en última instancia, el principal don del catolicismo hispano.

En Aparecida, el papa Francisco ayudó a sentar las bases de los aspectos esenciales que habrían de caracterizar su pontificado: enfatizar la importancia de una educación sólida basada en la fe como factor medular para la formación y el empoderamiento de los discípulos misioneros: discípulos llamados a llegar a todos, pero en particular a los miembros más pobres y marginados de la sociedad. La Conferencia de Aparecida corrigió el enfoque de la Iglesia hacia la «opción preferencial por los pobres» y puso énfasis en el método teológico/pastoral de «ver, juzgar, actuar», fórmula que permite identificar y atender el sufrimiento espiritual, emocional y material. El V Encuentro ¡se basa en la misma fórmula! 

Un ejemplo concreto del modo en que los hispanos de Estados Unidos pueden servir a la Iglesia de este país, y a la sociedad en general, es en el ámbito de la inmigración, tema tan actual en nuestros días, pues el mundo contemporáneo se enfrenta al mayor número de refugiados jamás antes registrado. Partiendo del reconocimiento de que todos los países tienen el derecho y el deber de proteger su integridad territorial, los hispanos católicos pueden añadir un toque muy sensible para plantear un respuesta auténticamente cristiana ante la actual crisis migratoria.

Los hispanos conocen en carne propia el sufrimiento de los migrantes que huyen de la pobreza, la violencia y la persecución. Ellos mismos o sus ancestros han vivido bajo regímenes brutales tanto de derecha como de izquierda, donde los déspotas y los populistas pisotean a diario los derechos humanos y la dignidad humana. Esa experiencia, esa identidad, convierte a los católicos hispanos en defensores altamente calificados de los migrantes para plantear una respuesta humana, esencialmente cristiana, ante la actual crisis, tanto en el país como en el extranjero.

Insistimos: el V Encuentro tiene como objetivo crear espacios en la Iglesia católica de Estados Unidos para dar cabida al talento y la experiencia de los católicos hispanos/latinos, lo que bien podría considerarse el espíritu misionero del catolicismo hispano, inherentemente amoroso con su prójimo. En un mensaje a la jerarquía de la Iglesia estadounidense, el papa Francisco señala que el V Encuentro busca «reconocer y valorar los dones específicos que los hispanos católicos han ofrecido y siguen ofreciendo». Sin embargo, no tarda en añadir que el proceso esencial y urgente de integrar por completo a los hispanos católicos dentro de la Iglesia de Estados Unidos en general «forma parte de un proceso mayor de renovación y de alcances misioneros, proceso al que todas […] las Iglesias locales están convocadas».  

«Nuestro mayor desafío», proclama el papa Francisco, «es crear una cultura de encuentros que anime a las personas y a los grupos a compartir la riqueza de sus tradiciones y experiencias; para demoler muros y construir puentes». Asimismo, convoca a la Iglesia de Estados Unidos a «salir de su zona de confort y ser levadura de la comunión… Necesitamos convertirnos más completamente en una comunidad de discípulos misioneros, llenos del amor de Nuestro Señor Jesucristo y plenos de entusiasmo para esparcir el Evangelio».

Tal es la promesa del V Encuentro: promover y abogar por la integración completa de los fieles hispanos en el catolicismo estadounidense como parte esencial de la transformación integral de la Iglesia de este país.

Mario Paredes fue uno de los arquitectos del primer Encuentro, y un organizador clave en todos los Encuentros subsecuentes.