Encuentro Guadalupano en la Plaza de San Pedro

America Latina y Filipinas con el Papa Francisco

Redacción PCAL
20/12/2021
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Vista general de la plaza

Crédito fotográfico:  Vatican Media

 

La Virgen de Guadalupe y San Juan Diego nos enseñan siempre a caminar juntos desde las periferias hasta el centro en comunión con los sucesores de los apóstoles, que son los obispos, para así ser buena noticia para todos.

 

En la plaza de San Pedro en el Vaticano, en Domingo y en un 12 de diciembre, convocados y reunidos públicamente y en lo profundo de nuestra fe , en torno a la imagen de la Santísima Virgen María de Guadalupe y junto al Santo Padre Francisco - como lo hacemos en otros tantos lugares públicos de nuestras geografías físicas, familiares y eclesiales, en los rincones más insospechados de nuestros pueblos -, los latinoamericanos nos reunimos para contemplarla, orar ante ella, consagrarnos frente a ella, en un acto público de fe, y cantarle juntos.

Vinimos a dejarnos ver juntos como hermanos, desde nuestra sencillez y nuestra pequeñez, por su mirada de madre. A dejarnos ver a los ojos y hasta lo profundo de nuestra fe por quien lleva la certeza y alegría de quien porta a Cristo en su seno y al Dios Uno y Trino en su ser y lo anuncia, que ha sido transformada por Él.

Nos acercamos a Dios en los pasos que nos han llevado hasta allí en nuestros caminos y nuestras historias de salvación. Como hijos todos de Dios, y que su mirada nos lo recuerda.

Padre Gabriel y religiosa

Crédito fotográfico:  Vatican Media

 

Vinimos a dejarnos hablar, a escuchar su venerable aliento, en medio de nuestras tribulaciones y nuestros sinsentidos, con los pasos intuitivos de fe y confianza en el Señor que nos llevaron hasta ahí, a converger en este acontecimiento. Llevando allí no solamente nuestras historias y la de nuestras familias y comunidades, sino también las de nuestros pueblos y, al fin y al cabo, las del mundo entero… la parte que cada uno alcanza a otear desde su caminar.

 

“¿No estoy Yo aquí que soy tu madre?

¿No estás bajo mi sombra y resguardo?

¿No soy yo la fuente de tu alegría?

¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos?

¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?

Que ninguna otra cosa te aflija, que no te inquiete” (Nican Mopohua)

Vinimos a dejarnos ver juntos como hermanos, desde nuestra sencillez y nuestra pequeñez, por su mirada de madre. A dejarnos ver a los ojos y hasta lo profundo de nuestra fe por quien lleva la certeza y alegría de quien porta a Cristo en su seno y al Dios Uno y Trino en su ser y lo anuncia, que ha sido transformada por Él.

Nos acercamos a Dios en los pasos que nos han llevado hasta allí en nuestros caminos y nuestras historias de salvación. Como hijos todos de Dios, y que su mirada nos lo recuerda.

 

Siempre hay que mirar siempre hacia adelante

 

Oración, testimonio público de fe y Consagración

El sentimiento cultural y religioso fue abriéndose paso en quienes convergieron junto al “Nacimiento” o Pesebre, este año con la gracia de venir con aires y colores, motivos y sentimientos andinos, desde la zona del pueblo Chopcca, del pueblo de Huancavelica en el Perú. Una parcela y una sagrada familia en pinceladas latinoamericanas.

Enriquecido por la proyección de un video que reflejaba el cariño y cuidado pastoral de los sumos pontífices por las tierras americanas en sus visitas a algunos de los muchos santuarios marianos que hay en el continente, se pudieron ver imágenes de la visita de los papas Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto y Francisco a cinco de ellos en los últimos años.

El sol iba calentando el cuerpo, el rostro y el corazón, y como un silbido que crecía el canto y la oración, dirigida a Dios en el rezo del Santo Rosario, algunos siguiéndolo con un rosario entre las manos y, muchos otros, con el rosario de los sencillos, los dedos de las manos, manos que trabajan y que oran. Las intenciones de todos, además de las de cada uno, fueron:

Por los Migrantes

Madre, tú que tuviste que salir de tu tierra por razones de vida, con Jesús en tu vientre, en tus brazos y hasta al pie de la Cruz, ayúdanos a caminar con todos quienes migran en nuestras tierras, que son parte de nuestros pueblos, y andar con ellos a la patria definitiva que tu Hijo nos ha prometido.

Por la Dignidad de las personas y su trabajo

Madre, tú que ayudaste con tu palabra y tu mirada a los caídos, consolándolos y poniéndolos en camino como a Juan Diego, ayuda a los que trabajan, a los que buscan trabajo y a los que la han perdido en esta pandemia, para que puedan servir a los demás con sus esfuerzos y empeños… que podamos así todos, sumando esfuerzos y luchas, construir un mundo más participativo y digno, un mundo que cuide la Casa común y un mundo para todos.

Por nuestra conversión personal, social y ecológica… por la convivencia pacífica y armónica de nuestros pueblos, comunidades y de toda la Iglesia

Madre, que generosa y disponible viviste el diálogo con Dios y que aceptaste el regalo de Jesús en tu vientre, ayúdanos a convertirnos en nuestra vida, y a aceptar y vivir los siempre nuevos criterios que haces brotar en nuestra historia personal, comunitaria y eclesial.

Para que las fracturas de nuestra historia se zanjen, y que el Espíritu del Señor nos lleve por caminos de encuentro, de diálogo y de verdadera unidad

Madre, con tu mirada profunda de discípula, haz que tus ojos y tus palabras lleguen hasta el fondo de nuestras heridas y las de nuestros pueblos, y que seamos todos partícipes de la sanación, que participemos todos de ella.

Para que podamos ir al encuentro de todos y, como iglesia, escuchar con atención, dialogar fecundamente con todos, especialmente con aquellos que se encuentran en la periferias físicas y existenciales.

Madre, que te acerques a nosotros para hacer transparente a tu Hijo. Haznos descubrir con misericordia y compasión y déjanos transformar en el servicio a la humanidad herida en la esperanza misma de Dios, a veces contra toda esperanza humana.

 

Cardenal Ouellet orando

 

El Cardenal Marc Ouellet, presidente de la Pontificia Comisión para América Latina, culminó la oración con la consagración a la santísima Virgen de Guadalupe.

 

Oración de Consagración

 

Virgen Santísima,

Madre de Dios y Madre de la Iglesia, nos confiamos y consagramos a ti.

¡Somos tuyos!

Enséñanos a amar a tu Hijo y a nuestro prójimo, con el mismo Espíritu de amor con el que tu Hijo nos ama.

Cuida a los matrimonios y a las familias que hoy viven desafíos inéditos para mantenerse unidos y educar a los hijos.

Tú, que desde el Tepeyac anuncias de manera inculturada a Jesucristo, único Redentor de la humanidad, ayúdanos a descubrir nuevos caminos para evangelizar las periferias geográficas y existenciales del mundo contemporáneo.

Enséñanos a mirar el rostro de Jesús en todas las personas, en especial, en los más excluidos y marginados.

Preserva la paz en nuestros pueblos y mueve los corazones de quienes son violentos para que cese su odio y encuentren en tu Hijo un camino que transforme sus vidas.

Danos valor para dar testimonio de tu Hijo en medio del mundo y para convocar a que todos confiemos por Él en la misericordia del Padre y en su perdón.

Madre de Guadalupe, como San Juan Diego, nos reconocemos pequeños e incapaces, pero sabemos que Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, realmente lo puede todo.

No permitas que nos separemos jamás de Él.

Y, ayúdanos para que en la Américas y en el mundo entero, seamos siempre fieles al Evangelio, a la Iglesia, al Papa y a los más pobres.

Amén

 

La plaza de San Pedro se nutrió con la alegría y animación de un gran grupo de familia romanas que acompañaban a sus hijos a bendecir las imágenes del niño Jesús, de familias y niños de los Oratorios de la ciudad de Roma, que llevarán a los pesebres que iluminan en este tiempo sus hogares.

 

Papa Francisco en Balcón

Crédito fotográfico:  Vatican Media

 

Acogiendo con gozo la presencia del Santo Padre Francisco y de rezar todos el Angelus, escuchamos lo dirigido en español a todos:

"Saludo con afecto a todas las comunidades de todo el continente americano y de las Filipinas.

¡Cuántas banderas de paises americanos que se han reunido aquí en la plaza de San Pedro a rezar el Rosario para honrar a la Virgen de Guadalupe y para consagrarse a ella!

Los felicito... felicito a ustedes que con este gesto se han unido a quienes desde Alaska hasta la Patagonia festejan a Santa María de Guadalupe, Madre del verdadero Dios por quien se vive cada 12 de diciembre.

La Virgen de Guadalupe y San Juan Diego nos enseñan siempre a caminar juntos desde las periferias hasta el centro en comunión con los sucesores de los apóstoles, que son los obispos, para así ser buena noticia para todos.

Esta experiencia debe repetirse una y otra vez.

De este modo Dios, que es Comunión, animará a la conversión y la renovación de la Iglesia y de la sociedad, que tanto necesitamos en las Américas. La situación de tantos países americanos es muy triste y también necesitamos en el mundo.

Me alegra que con actos de fe y de testimonio público, como el que ustedes han realizado hoy, comencemos a preparar el Jubileo guadalupano y el Jubileo de la Redención del 2033. Siempre hay que mirar hacia adelante.

Todos juntos "Viva la Virgen de Guadalupe".

Y al final, de nuevo se dirigió a todos los participantes en la plaza: "saludamos otra vez a la Virgen de Guadalupe... "Viva la Virgen de Guadalupe".